jueves, 9 de octubre de 2025

 María la bibliotecaria.

-Y no quieres tener hijos?

-No

-Nunca has querido?

-Alguna vez me lo planteé pero no me interesa.

-Pero casada estás?

-No. No tengo pareja.

-Y no te sientes sola?

-No. Con mi familia, amigos y gatos tengo suficiente.

-Ay, chica, yo si fuera tú me sentiría tan sola.

Agobio.

-Jo, Leo, menos mal que tú no tienes que aguantar todo esto. Contigo y con tu hermano Oreo tengo suficiente, qué pesados que son insistiendo. 

miércoles, 8 de octubre de 2025

Porque todos merecemos amor

Era la hora del recreo. Jaren en ocasiones jugaba al fútbol con sus compañeros, pero no era muy fan del deporte en general. Tampoco ayudaban los insultos y gritos que se lanzaban cuando uno fallaba un gol o le robaban el balón. Ese viernes, Jaren prefirió estar con sus nuevas amigas. Buscó a Denisa por todas partes e incluso preguntó a Tania, que estaba con otro grupito, si la había visto. La chica le respondió que Denisa había salido corriendo al baño al acabar la clase para gestionar temas menstruales. Jaren la buscó cerca del baño. No estaba ahí, así que siguió con la búsqueda. En un rincón apartado, vio una chica con el pelo largo y supuso que podía ser ella. Cuadraba totalmente con su personalidad y si estaba en su periodo, igual le apetecía estar sola. Recordando que Pandora lo había llamado "parado", en lugar de suponer que él la molestaría con su presencia, decidió que se lo preguntaría directamente pasando a la acción. Al llegar se encontró con que, efectivamente, era Denisa aquella chica, y que, para sorpresa de él, estaba llorando. Jaren se sentó a su lado sin decir nada. El chico encogió las piernas hacia sí, y las recogió con los brazos por las rodillas. 

-¿Te molesta que me quede contigo?- preguntó. Ella sacudió la cabeza.

-Siento que me veas así- dijo ella.

-¡Que va, mujer! Si te sientes triste, es lo mejor que puedes hacer. ¿Te ha pasado algo?- una parte de él dudaba sobre si estaba haciendo bien.

-Esta mañana he tenido movidas con mi madre... en realidad es una tontería, casi ni me acuerdo por qué hemos empezado, supongo que porque me ha dicho que ordene mi habitación, entonces yo le he gritado y ella me ha gritado más y nos hemos dicho cosas feas y... bueno, ya te puedes imaginar. En clase he intentado concentrarme pero no paro de darle vueltas. Me siento fatal- Denisa forzó una sonrisa. 

-Lo primero de todo, no me parece que sea una tontería. A nadie le gusta discutir con su madre y es normal que eso te ponga mal. Y cuando uno está enfadado... pues es normal que diga cosas que en realidad no piensa. Seguro que ha sido sólo el calentón del momento pero en realidad os queréis- Jaren intentó pensar en lo que ha oído decir a Soraya sobre la validación emocional y el sentirse escuchado.

-No sé... Ese es el problema que no sé si es sólo el calentón del momento y...- Denisa lloró con más fuerza- creo que soy una mala hija.

-Eh- Jaren le puso la mano en la espalda- eh, no, no, no... ehm... Todos hacemos lo mejor que podemos. Seguro que lo estás intentando y...- Jaren estaba intentando animarla pero Denisa no aflojaba el llanto. 

Al chico de repente se le ocurrió algo que había oído en terapia.

-Mereces amor- afirmó él. 

Denisa lo miró con los ojos muy abiertos y sorprendida.

-¿Qué?- respondió ella. 

Jaren se ruborizó. "No sé qué estoy diciendo... ¿qué más le digo?"

-Pues, o sea, no quiero decir amor en plan romántico, no es eso, pero... pero creo que todas las personas merecemos amor. En plan sentirnos queridas, quiero decir. Yo creo que mereces sentirte querida-. El chico soltó ese discurso de golpe y casi sin pensarlo. Se sentía nervioso porque no tenía claro dónde quería llegar. Quería tranquilizarla y era lo que se le había ocurrido. Denisa lo miraba a los ojos fijamente, a penas parpadeaba y su expresión había aflojado. Jaren correspondió a su mirada. Su mente quedó en blanco. Él se perdió en las pupilas de ella y a ella parecía pasarle lo mismo. Inesperadamente, sonó la alarma que indicaba el fin del recreo y Jaren sacudió la cabeza. El chico se despidió de ella e hizó el ademán de levantarse. Denisa lo cogió del brazo repentinamente. 

-Gracias. De verdad- le dijo -¿Te apetecería que te invitase a algo para compensarte?- dijo ella más serena. Algo pasó dentro de Jaren cuando ella lo cogió del brazo, un escalofrío simpático, un cosquilleo en el estómago. 

-No tienes que compensarme nada... ¡No he hecho nada! Pero sí, yo también tengo ganas de quedar- se atrevió a responder. 

-Genial, pues te escribiré, vámonos a clase-. 

Juntos se dirigieron a clase, al principio estaban algo cortados, pero poco a poco, fueron conversando sobre temas más banales.

El espía

Era miércoles por la tarde. Jaren estaba aburrido así que salió a dar un paseo. Deambulaba sin un rumbo fijo por su barrio. Llevaba auriculares con música a la que no acababa de prestar atención. En realidad no estaba prestando atención a nada. Sus pensamientos divagaban de uno a otro sin ton ni son. Se detuvo al percibir el olor de cruasanes recién hechos de una panadería. Cerró los ojos y permitió que el aroma penetrase del todo en su olfato. Cuando los volvió a abrir, a los lejos, vio una cabellera rizada y salvaje de color anaranjado que reconoció enseguida: es Pandora. ¡Era la primera vez que la veía fuera de la tienda! De forma casi instintiva, se dirigió hacia ella. "Casi empezaba a pensar que sólo existía en la tienda", pensó, y paró un momento en seco, "qué tonterías estoy diciendo". Jaren empezó a seguir a la chica con cierto sigilo. Se preguntaba a sí mismo qué estaba haciendo pero eso no le impidió seguir con su actividad. Pandora caminaba a paso ligero, incluso veloz. El chico debía estar francamente concentrado para no perderla de vista, especialmente cuando entró  en la rambla, esa avenida amplia repleta de bullicio. Lo bueno es que ese color de pelo tan cantón era como una diana. De forma abrupta, Pandora giró hacia una callejuela a la derecha, Jaren resiguió sus pasos y al llegar, descubrió que la había perdido. Miró a lado y lado, caminó unos pasos, y finalmente se dio la vuelta sobre sí mismo. Al hacer este último gesto, topó con la pelirroja sonriendo delante de él. 
-Hola Jaren. ¿Me estás siguiendo?- preguntó ella sin dejar de sonreír.
-¿Qué? No, claro que no. Estaba dando un paseo y casualmente he acabado en esta calle y…- Jaren se mostraba nervioso pero la expresión hierática de Pandora era inquebrantable. 
-¿Te apetece tomar algo? Hay que celebrar que nos hemos encontrado. Conozco un bar por aquí cerca-. 
Jaren asintió. Pandora reanudó la marcha por la callejuela y Jaren la siguió. Caminaron en silencio hasta llegar al local, que estaba fuera del callejón dando a una calle más amplia. Era un lugar muy agradable. Los muebles eran rústicos, estaba todo lleno de plantas y resultaba gratamente iluminado por luz natural.
Les atendió una camarera con rasgos asiáticos pero con un acento español perfecto. 
-Yo tomaré un zumo de naranja- pidió una Pandora decidida. Jaren estaban tan absorto fijándose en los detalles del local que ni se planteó qué quería.
-Yo igual- dijo él apresurado.
Al marcharse la camarera los dos se miraron en silencio. Jaren se sentía incómodo y se mordía el carrillo de la boca. Pandora seguía con su sonrisa hiératica. Fue ella la que rompió el hielo.
-Y bien, ¿por qué me estabas siguiendo?- expuso sin cambiar su expresión.
-Yo no te estaba siguiendo…- mintió- Ha sido casualidad- Jaren sabía que ella no le creería pero siguió adelante con su mentira. 
En ese momento llegaron sus bebidas.
-Vaya, te llevo detrás desde hace una callejuela, una avenida y dos calles más, pero es una bonita casualidad. ¡Brindemos con nuestros zumos!- dijo ella. Jaren le siguió el rollo e hicieron chin-chin. El chico estaba cada vez más incómodo y encogido. 
-Me gusta tu camisa- dijo ella cambiando de tema. Jaren le agradeció el comentario y los dos se quedaron de nuevo en silencio. Pandora bebió de su zumo de una cañita de cartón mientras miraba un cuadro de frutas que Jaren tenía a sus espaldas. El chico se giró a ver qué observaba. Al volver la mirada hacia adelante, ella lo miraba fijamente. De forma inconsciente, él echó su torso para atrás para marcar distancia. Seguía reinando el silencio hasta que Jaren pensó. Pandora vio cómo sus labios se torcían y las cejas se enarcaban. 
-Pandora… ¿de veras piensas que soy tan parado?- preguntó. 
-Por supuesto. Bueno, en realidad yo utilicé la palabra callado, no parado, pero también me  pareces parado ahora que lo dices- respondió ella sonriendo. Su comentario enfadó a Jaren, que sintió cómo de la rabia se le subían los colores a las mejillas
-¿Por qué?- su tono sonaba defensivo pero no del todo hostil.
-Porque me da la sensación que vives la vida a través de una ventana: observas y observas pero no te decantas a salir al mundo. Sueles sumergirte en tus pensamientos y pasas poco a la acción. Hoy me estabas siguiendo pero nunca me te has mojado para darme tu opinión sobre nada, ni me has dicho qué piensas de mí- la expresión de Pandora se suavizó acompañándola de un tono de voz cálido.
-No te estaba siguiendo.
-Lo que tú digas- respondió tranquila.
Jaren calló un segundo asimilando lo que ella le había dicho. Pensó en Soraya. Hizo una respiración profunda y trató de redirigir la conversación.
-Pero… ¿no te parece que es importante reflexionar antes de actuar? ¿Que si te dejas llevar por los impulsos la puedes cagar o te puedes arrepentir?- Jaren conectó con una parte de sí sabia y reflexiva. No actuaba desde la defensa, estaba siendo honesto. 
-Sin duda. Estoy de acuerdo. Pero una cosa es meditar antes de actuar y la otra es encerrarte entre barrotes de bambú: una cárcel de la que puedes salir si es que quieres-. Pandora seguía impasible pese a que ahora sonaba más tierna.
Jaren asintió meditando sin responder.
-¡Ostras! Es tardísimo. Me voy a ir, que tengo una cita- anunció ella. Esto impactó a Jaren.
-¿Una cita con alguien?- preguntó él. 
-Claro, no iba a ser una cita con un paraguas- respondió ella.
-No, claro, me refería a si es una cita cita o una cita médica o…- Jaren calló de golpe y empezó a ruborizarse. “¿Estaré siendo entrometido?”, pensó. 
Pandora rió a carcajadas.
-Mira que eres rarito, chico-. Le removió el pelo y se marchó.
Jaren volvía a sentirse enfadado: “la rarita eres tú”, dijo para sí mismo, y en cuanto comprendió que le tocaba a él pagar la cuenta, se enervó aún más.
 

domingo, 5 de octubre de 2025

La maleta que no cabía en el avión - Parte 2

 Durante el vuelo se le entumecen las piernas. En la pantalla aparece que han hecho ya ocho horas de viaje y aún les quedan cuatro más. Constantemente se mueve en el asiento buscando la postura más cómoda. "Voy al baño, no puedo estar más tiempo sentado", piensa.

-Déjame pasar, que voy al baño- le indica a su hermano.

-¿Cómo otra vez? Para ya de ir. Eres un pesado. Déjame dormir- a pesar de refunfuñar, el hermano se recoloca para abrirle paso. 

Cuando por fin aterriza el avión, la gente aplaude pero Carlos no. Carlos sólo siente náuseas, los músculos tensos y mucha rabia en el pecho. "Los odio a todos", piensa.

Junto a su familia, el resto de pasajeros se dirigen al punto de recogida de maletas. Tienen cara de zombies, con ojeras y alguna que otra persona empapada en sudor y oliendo a cerdo.

Carlos agarra la suya con fuerza y se la acerca al cuerpo con ganas de protegerla. Ahí lleva lo que le queda de vida. 

Por primera vez, varios recuerdos vienen a la mente de Jaren eclipsando este. Como si se tratase de una película, varias escenas circulan por su mente y sus ojos. Ve las discusiones que Carlos tendrá con sus padres. Ve los suspensos en el instituto. Ve la pandilla de maleantes con los que se juntará y que por suerte acabará abandonando. Ve cómo un día se encontrará llorando en la ducha desesperado. Ve cómo su hermano se gradúa y él, Carlos, se siente orgulloso ese día, y ve cómo se arma de valor para seguir sus pasos. Ve cómo se apuntará por propia voluntad a la escuela de adultos para sacarse el graduado. Y finalmente, ve cómo se va generando un nuevo recuerdo presente. Se percibe a sí mismo en un cuerpo grande, musculado, de un hombre adulto. Se lleva las manos a la barba. Es sorprendentemente frondosa. Está preparando de nuevo la maleta. Delante de él hay una habitación de matrimonio preciosa, con un gran armario, una cómoda color madera y dos mesitas que van a juego. Está preparando la maleta sobre una colcha de color crema con flores bordadas. Se siente nervioso aunque aún no sabe por qué. Tiene la ropa preparada justo al lado, lista para ser colocada dentro. Coge la camiseta del barça, firmada por los jugadores y le viene el flash de cuando sus amigos se la regalaron el año anterior en el bar de siempre en Sants. Parecen buenas personas y Jaren se siente aliviado. "Encontró su lugar". Jaren es sorprendido porque de golpe arranca a hablar.

-Honey, have you seen my passport?- (Cariño, ¿has visto mi pasaporte?) Esto sorprende a Jaren. Él no es muy bueno en inglés y le impacta verse a sí mismo hablar con tanta fluidez y sin trabarse.

Una voz femenina le responde. 

-Yes, it's in its place- (Sí, está en su sitio).

De pronto aparece una chica rubia, alta con ojos claros por la puerta. "¡Qué guapa es!¿Será modelo?", piensa Jaren. 

-Are you ok, darling?- (¿Estás bien, cariño?) dice ella.

-Yeah, it's just that... I want your parents to like me- (Sí, solo es que quiero caerle bien a tus padres).

-Oh, darling. You don't have to worry about it. You will- (Cariño, no tienes de qué preocuparte, lo harás).

La chica se acerca a él. Lleva algo en la mano pero Jaren no acaba de ver qué es. Ella le envuelve por la nuca con sus manos y le da un cálido beso en los labios. Cuando ella se aparta, le deja encima de la cama lo que llevaba en las manos: es el pasaporte junto al billete de avión. En él puede leerse "Barcelona-Amsterdam". Carlos sonríe. Jaren también.

El cuaderno de Denisa: Halloween

Es jueves y Denisa regresa a casa de la extraescolar de inglés. Tras cenar, se relaja en su habitación escribiendo en su cuaderno. 

Jack lo esperaba con la chimenea encendida. Ya era un señor mayor que se había portado mal con muchas, muchas personas. Había traicionado, mentido y estafado. No creía tener amigos… salvo ese que estaba esperando, si es que lo podía considerar amigo. La mayoría de gente lo temía. Jack, en cambio, sabía que su destino estaba con él, y se resignaba a ello gratamente. Sin embargo todavía no estaba preparado para ello, y eso él, el Diablo, lo sabía también. 

Jack estaba sentado frente a la mesa con el tablero de ajedrez preparado mientras bebía vino caliente para pasar el rato. 

En la aleatoriedad del minutero, la puerta de entrada se abrió de par en par haciendo bajar la temperatura unos segundos por el frío exterior. Jack cerró los ojos a penas un momento a raíz de un destello de luz que lo deslumbró. Al abrirlos, su compañero estaba frente a él. Era una figura encapuchada. Cualquiera lo hubiera podido confundir con un hombre cualquiera, pero la sombra que proyectaba el fuego de la chimenea, mostraba claramente una figura con unas costillas deformadas y dos cuernos largos en el cráneo. 

Sin mediar palabra, comenzó la partida. Turno a turno fueron moviendo sus piezas. Claramente el Diablo ganó ventaja sobre la partida y Jack no estaba dispuesto a permitir el desenlace que aún no deseaba, así que ejecutó lo que había estado haciendo toda la vida: usó trampas para ganar.

El Diablo acababa de perder, pero no sin hacer unos repiqueteos con los dedos indicando algo. El silencio reinaba y ninguno de los dos tuvo la desfachatez de romperlo. La puerta se abrió de nuevo. Y, de nuevo, con los ojos cerrados por otro destello, Jack atinó a pronunciar: 

-¿No me vas a llevar?-

El Diablo rió.

-Por supuesto que lo haré. La guerra la tienes perdida, muchacho-. 

Junto al ruido de las bisagras al cerrar, el fuego se apagó de golpe. Jack miró el tablero. 

El Diablo antes de marcharse lo había recompuesto tal y como hubiese quedado sin las trampas de Jack. Esta vez el anciano rió, sabiendo que su viejo amigo le había regalado una partida más.

lunes, 29 de septiembre de 2025

miércoles, 10 de septiembre de 2025

La maleta que no cabía en el avión - Parte 1

Jaren se había acostumbrado a la tienda, así que ya no le impactaba tanto tocar objetos y vivir sus historias como al principio. A veces incluso colocaba el stock en las estanterías y no sentía el recuerdo que guardaba el objeto, pero ese sábado fue distinto. Con lagañas aún en los ojos tocó una maleta y lo llevó a una historia que lo conmovió.
Se vio a sí mismo como un niño que corría en un solar lleno de casitas uniformadas que hacían un círculo, él andaba en tirantes y pantalones cortos y se dirigía al baño, que estaba fuera de la vivienda, en un edificio central en el círculo. Por el camino sentía el olor de café, ropa recién lavada y guiso de frijoles. Cuando salió y se fue a acercar a casa de la abuela, por la ventana, escuchó a sus padres decir algo que le disgustó: "tenemos que salir de aquí, no queremos que ellos que también se acostumbren a vivir con miedo, como quién se acostumbra a la sensación de calor. En España podremos tener más oportunidades, podremos criarlos con más paz". Él entro dando un golpe en la puerta al grito de "¡Pero qué dicen! Esta es nuestra casa. Acá tenemos todo. ¡No quiero irme!". Jaren sintió desesperación en sus propias palabras. Notaba la sangre corriéndole con fuerza y tensándole los músculos junto con la respiración acelerada. Sentía la fuerza en los puños apretados y un nudo en la garganta que le provocaba casi sensación de ahogo. Estaba colérico. "¡Yo no me voy!". Ahí descubrió que se llamaba Carlos Alberto, porque ese nombre, en tono de autoridad fue el que empleó su madre para ordenarle silencio. El chico dio otro golpe a la puerta,  haciéndole saltar un trozo de madera. La abuela cogió el hombro de la madre sacudiendo la cabeza. "Miraré de hablar con él", y siguió al chico que se metió en su casa, concretamente, en la privacidad de su habitación. La anciana pidió permiso para entrar y el chico accedió. Con mucha ternura, ella trató de explicarle por qué sus padres habían tomado esa decisión, dándole a entender que no tenía opción, que era lo mejor para ellos, que lo hacían por él y su hermano, por sus futuros. En el fondo lo entendía pero no era su deseo. Carlos asintió mordiéndose el puño. Podía percibir el estómago encogido. Probablemente bajo tanta rabia, había un miedo y una tristeza brutales, pensó Jaren. 

El día que tocó partir, el sol radiaba tan fuerte que parecía que el cielo también lo quería retener. Se vio a sí mismo cómo metía en la maleta varias mudas de ropa, una crema Nivea medio vacía, varios objetos y una foto de la familia enmarcada. La abuela le ofreció un jersey de lana al son de las palabras: “Por si te da frío allá”. Ella rió, pero tenía los ojos brillosos. Carlos la abrazó. Él lo metió en la maleta y la cerró.

Su tío fue metiendo cada maleta y bolsa en la camioneta. Sus padres, hermano y él, subieron en ella. El tío colocó la llave en el bombín de arranque. Carlos observó pasivo la que había sido su casa, su infancia, toda su vida, a través de la ventana. Toda la familia los despidió con las manos en el aire. Carlos, y Jaren con él, sintió cómo sus ojos se tornaban húmedos. Quería resistir la salida de las lágrimas, pero no fue capaz, éstas cayeron libres por sus mejillas. Notó unos golpecitos en el brazo. Miró a su hermano, situado a la izquierda. "Ten, yo ya me lo he ido mirando, tendremos que aprenderlo". En la mano sostenía un libro, concretamente un diccionario. En la portada se podía leer "Diccionario Español-Catalán". Carlos chasqueó la lengua y dio un manotazo al libro, que cayó al suelo. "Déjame en paz". 

Continuará...

Los 3 filtros de Sócrates

El pendiente

 Sábado.

A Jaren le tocaba trabajar en la tienda. Le daba mucha pereza tener que salir de la cama para ir pero no se quejó en voz alta. 

Subió la persiana con dificultad porque aún tenía los músculos agarrotados de levantarse hace nada y abrió la tienda con las llaves.

El dueño siempre le dejaba una nota con tareas en el mostrador: deshacer algunas cajas, fregar suelos, poner algunos precios a objetos mediante etiquetas… 

Ese día a penas tenía un par de tareas de limpieza que hacer. Poco después de abrir, entraron unos clientes. Compraron algunos discos de vinilo antes permitiéndose entrenerse entre pasillos aleatorios. Jaren los había saludado y los observaba. No había cámaras así que cuando entraban clientes había que estar atento. 

Cuando se marcharon, Jaren volvió al mostrador. Bostezó varias veces. Se sentía aburrido. Fue en ese momento en el que se fijó en un pendiente en forma de perla que había al lado de la caja. “¿Se me ha pasado antes? No lo tenía localizado”, pensó. Buscó la pareja del pendiente dando por hecho que la encontraría rondando el mostrador. Se agachó para buscar en el suelo, miró dentro de la caja… no había ni rastro del otro par.  Jaren cerró los ojos agarrando con fuerza la perla tratando de visitar el recuerdo de su dueña. Nada. Lo volvió a intentar. Nada. “¿He perdido mi don?” Quiso probar otro objeto así que se dirigió hacia un pasillo cuando tras él escuchó una voz femenina conocida.

-¡Vaya! ¡Qué suerte! Has encontrado mi pendiente-.  

Cuando Jaren se dio la vuelta, su atención fue secuestrada por ese pelo rojo salvaje que caracteriza a Pandora. 

-¿Es tuyo?- preguntó. La chica ya se había puesto el pendiente en una oreja.

-Sí- afirmó ella. Él se sintió incómodo por algún motivo que no alcanzaba a comprender. Sintió cómo se tensaban sus hombros y piernas. 

-No veo que lleves el otro puesto…- alcanzó a decir. 

-Ya- respondió ella escueta. Jaren le tenía cierto desagrado a la chica. Le incomodaba especialmente. 

Jaren fue a decir algo pero calló. “Algo me dice que no es cierto”, pensó.

-¿Decías algo?- interrogó Pandora con los ojos muy abiertos y una sonrisa hierática.

Jaren negó con la cabeza apretando los labios. Pandora se fijó en ese gesto. Se quedó mirándolos con descaro. 

-Oye, ¿no te cansas de ser tan callado?- preguntó ella alzando las cejas y con un tono inquisitivo. 

Jaren iba a responder. Le iba a decir que a ella no le importaba, o podía confesarle cómo le hacía sentir. Sin embargo sólo fue capaz de decir: 

-No…- 

Pandora rió, cogió su bolso que aparentemente estaba en el suelo y salió por la puerta principal. 

Jaren se quedó pensativo. 

“¿Cuándo ha entrado? ¿Cómo no me he dado cuenta?”

martes, 9 de septiembre de 2025

Como papá

-¿Qué chaval?¿Cómo estás?- el tío de Jaren había decidido adoptar un rol parecido al de padrastro desde que su padre falleció. Cada poco tiempo se lo llevaba al cine o a la playa cuando su madre tenía recados que atender. Ese sábado habían escogido ver una película de acción. Aunque era rutinario ver acción o ciencia ficción. 

-Bien, bien, me va bastante bien todo. No me quejo- las conversaciones entre ellos dos no eran demasiado profundas, pero estaban presentes el uno para el otro en ese intercambio banal.

-¿Las notas bien? Tienes que estudiar, eh. Que no te pase como a tu padre y a mí y te quedes en “currito”. Que tú cabeza da para más-. 

-Sí, sí, voy aprobando todo, tito. Mamá ya me da bastante la turra con eso-. Jaren se quedó removido; su tío no solía hablar de su padre.

-¡Ja, ja! Ya me lo imagino. Con lo doña sargento que es tu madre… siempre dando órdenes. Pero ella cuando manda lo hace con razón-.

-Sí, sí, ja ja ja. Cualquiera la contradice- respondió el chico.

-¿Y ya tienes novieta?- la pregunta pilló a Jaren con la guardia baja. 

-¿Qué? No, aún no…- “novieta”, repitió para sí. Le entraron las inseguridades. No se había ni planteado que pudiese gustarle a una chica… ni a un chico. No se había planteado nada de forma seria. 

-Pero alguna muchacha habrá que te guste, ¿no?- 

Jaren pensó en la fiesta y se ruborizó al pensar en cómo había mirado el pecho de su amiga.

-Oye, el tráiler de la peli, ¿tú lo has visto? Yo no he tenido tiempo-. 

-¡Mira como cambia de tema el listillo! Bueno ya sabes, cuando necesites condones me los pides y ya. No te pediré explicaciones ni nada. Tú confía en tu tío que nunca te ha fallado-. En eso llevaba razón. Su tío nunca le había pedido grandes explicaciones con respecto a nada y le había defendido más de una vez de los castigos de “doña sargento”. Pero en ese momento, más que pensar en amoríos, Jaren tenía otra cosa en mente…

-Tito, antes me has dicho que no acabe siendo un currito como papá y tú, ¿a ti te hubiera gustado hacer otra cosa? -calló un segundo- y… ¿a mi padre?- Jaren tornó su expresión seria. 

-Yo no, no me veo haciendo otra cosa. Pero la vida de camionero es difícil, chaval. Ya sabes, te pasas el día fuera de casa y tu padre… creo que quería ser abogado o arquitecto o algo así-. Jaren rió y su tío lo miró divertido. -¿qué pasa?

-Pues que parece que no tienes muy claro qué quería estudiar él- 

-Qué va, chaval. Al final la vida lo acabó llevando a la obra y ya está. Uno vive del dinero que gana, no de estar en las nubes. Pero tú estudia, eh. No me seas tonto-. 

Jaren asintió y volvió la conversación hacia el mundo cinematográfico. 

miércoles, 2 de julio de 2025

Cumpleaños feliz parte dos

 -¿Gisela?- pronunció Jaren.

-¡Jaren! ¿Qué haces aquí?- preguntó Gisela aún sostiendo el pelo de su amiga. 

-Tania me invitó… ¿quién está vomitando? ¿La conozco?- 

-Es Júlia. Está fatal. Creo que hay que llevarla a casa, ya hace rato que está entre la pota y el blancazo…Ella y tú os conocéis desde pequeños, ¿no? ¿Conoces a sus padres?- esa pregunta dio mala espina al chico, anticipando que según lo que respondiera se metería en un follón.

-Sí, bueno, nos conocemos desde peques pero nunca hemos tenido especial confianza, ni hemos hablado mucho, ni nada- se escudó. 

-¿Pero sabes dónde vive? ¿Me acompañarías a su casa? Y si hiciera falta hablar con sus padres, mejor que sea con alguien que conozcan, ¿no?- planteó ella.

Jaren recordó varias conversaciones en sesión con Soraya sobre poner límites. Esa idea le parecía totalmente hostil, así que deseaba ponerle un límite y decirle que no lo iba a hacer.

-Pero tampoco sé lo que ha bebido, ni qué ha pasado- trató de excusarse con la esperanza de que funcionase el plan o ella detectase que él no quería quebraderos de cabeza. 

-No pasa nada, yo te acompaño, es solo para apaciguar las aguas. ¿Vienes conmigo entonces?- 

“No”, pensó.

-Sí, te acompaño- dijo.

“Mierda”. 

Se despidió de Tania y de Denisa con un abrazo y se encontró llevando a una compañera borracha que a penas se tendía en pie a casa conjuntamente con otra con la que se había hablado un total de dos veces en su vida. Durante el trayecto, Gisela le contó sus problemas con su pareja y con algunas amigas, cosa que a Jaren importaba muy poco. Estaba incómodo, cansado y con cero ganas de estar en ese lugar en ese momento. Se maldecía por dentro. 

“Solo eran dos letras, Jaren. La ene y la o. Es bien fácil”.

Cuando llegaron a casa de Júlia, Gisela sacó las llaves del bolso de ésta mientras Jaren la sujetaba por petición de ésta. Gisela abrió la puerta del portal.

-Un momento, ¿no picarás al timbre? ¿¡Vamos a subir!?- el tono del chico sonaba en pánico, porque es justo lo que sentía.

-Hombre claro, ¿no pensarás picar a sus padres a la una de la mañana diciendo “perdone señora, disculpe señor, le traigo a su hija tan embriagada que no recuerda ni su nombre”? Eso sería venderla-. 

Jaren dudó de las intenciones que podía tener Gisela desde un principio. No entendía a su compañera y eso le daba mala espina. Sin embargo, Jaren suspiró y obedeció. 

Subieron a casa de Júlia, cargando con ella con todo el sigilo que podían. Al entrar, comprobaron que la puerta de la entrada estaba cerca del salón y se podía observar el sofá. Jaren propuso dejarla ahí mismo.

-¿Y que se la encuentren mañana ahí sus padres? No, la llevamos a la cama- debatió Gisela.

-Gisela, no puedo más- expuso él- no quiero seguir invadiendo los espacios de otras personas. No quiero entrar en la habitación de ella también -pese a que es cierto que se moría de curiosidad de ver el cuarto de ella. Gisela lo miró un instante. Vaciló durante un segundo que a Jaren se le hizo eterno. 

-Vale. La dejamos en el sofá- aceptó. Jaren sintió alivio.

-Gracias por entenderlo- Júlia mostró cara de sorpresa frente al agradecimiento. 

La tendieron y dejaron que durmiera la mona. 

Salieron de la viviendatratando de hacer el mínimo de ruido. Bajaron por el ascensor en silencio. 

En la calle, se despidieron dándose dos besos y antes de separarse, Gisela atinó a decir a Jaren: 

-¿Sabes? Eres buen chaval- y con este comentario, le volvió a decir adiós con la mano y se marchó. 

Jaren suspiró. “Qué ganas de acostarme que tengo”.

jueves, 19 de junio de 2025

(to be continued) Cumpleaños feliz

 Hacía tiempo que Jaren no iba a un cumpleaños, así que le sorprendió gratamente cuando Tania le envió un mensaje al móvil. 

-¡Hellooooo! Soy Tania, la amiga de Deni. Me está gustando esto de debatir contigo en el patio, me caes bien. Si te apetece, el viernes por la tarde doy una fiesta informal en mi casa por la tarde-noche para celebrar mi cumple, pásate. ¡No hace falta que traigas regalo!-. 

Jaren estaba ilusionado y un pelín nervioso. Se preguntaba quién iría del insti. Tania era simpática con todo el mundo, pero no parecía tener muchos amigos. 

El chico le respondió que primero tenía que trabajar, pero que al salir se pasaría.

La tarde de Jaren fue tranquila. 

Cuando llegó a la fiesta, Tania le abrió muy efusivamente dándole un abrazo. Una chica estaba en sujetador y eso impactó a Jaren. Al fondo del salón, convertido en una sala de fiesta, estaban bien ordenadas botellas de alcohol y algunos refrescos para combinar. Jaren a penas había bebido nunca, así que dudó sobre si consumir y qué elegir. Se plantó frente a las botellas y las observó. En ese momento un chico cogió una de color marrón, se echó una generosa cantidad en un vaso de plástico reciclable y le añadió otra importante cantidad de Coca-cola. Cuando el chico terminó, miró a Jaren y le dijo “si no sabes qué beber, elige ron-cola, la bebida de los piratas, es la mejor opción”, y tan fresco se reincorporó en la pista de baile. Jaren imitó al chico; cogió un vaso y probó esa combinación. Al llevárselo a la boca y beberlo, no pudo evitar poner cara de asco, así que se giró sobre sí mismo asegurándose que nadie lo había visto. Observando su alrededor se dio cuenta de que no conocía a prácticamente nadie salvo un par o tres compañeros del instituto. En ese momento, sintió una mano que lo cogía del brazo y lo arrastraba junto a los demás. Era Denisa. A Jaren le pareció que la chica estaba especialmente guapa, se había echado purpurina en la cara y llevaba un top de colores claros, acompañados por dos simpáticos moñitos. Denisa empezó a bailar de forma caótica con la música. No seguía un patrón de movimientos, parecía que fluía tal y cómo lo venía. 

-No sé bailar- le expuso Jaren a gritos para que ella pudiese escucharlo por encima de los decibelios.

-¡Yo tampoco!- rió ella y le cogió de los brazos para movérselos levemente, invitándole a acompañarla. 

Ante este gesto Jaren respondió obedeciendo y siguiendo la música a su manera. 

Sin darse cuenta el chico terminó por cerrar los ojos y bailar descontroladamente dejando que la música, fusionada con el alcohol, lo atravesasen. Al abrir los ojos un momento, vio que Denisa también se perdía en su propia danza con ojos cerrados. Tenía el cuerpo sudoroso y eso le daba un brillo especial a su piel, sin buscarlo demasiado, su mirada acabó centrándose en el pecho de ella. Jaren se sintió excitado. Al darse cuenta de cómo estaba mirando a su amiga se ruborizó avergonzado y se dirigió al baño. Allí lo que vio fue una chica vomitando mientras otra le recogía el pelo. 

domingo, 4 de mayo de 2025

Disney

Martes, uno cualquiera. 

Jaren iba de camino al instituto con aún lagañas en los ojos. En su cabeza una oleada de quejas sobre tener que madrugar lo tenían absorto mirando a la nada. Una voz conocida lo trajo de vuelta a la realidad. Denisa andaba cerca debatiendo fieramente. 

- Que no tía, que Vaiana es mejor. “¡Y quién sabrá, que hay más allá!”- cantaba Tania. 

Denisa vio a Jaren y lo invitó con la mano a acercarse. 

-¡Jaren! Estamos discutiendo sobre cual es la mejor peli de Disney. ¿Tú cual dices que es?- pregunta la amiga con alegría.

Jaren dudó. Hacía mucho tiempo que no veía una peli Disney. De hecho no había reconocido la canción que Tania cantaba. 

-Pues… el rey león, supongo-. 

-¡Peliculón!- exclamó tenía emocionada -Bueno, como todas las de Disney en verdad. 

-¿Por qué el rey león?- interrogó Denisa. 

-Pues… porque todos somos un poco Simba, ¿no? Por un lado, creemos que somos unos cracks hasta que la vida te pone en tu lugar, entonces te rayas, quieres evitar responsabilidades porque no te ves capaz, tienes unos amigos que son los amos y te ayudan a salir del pozo y finalmente alguien sabio te ayuda a entender que sí eres capaz- Jaren se sorprendió a sí mismo por la respuesta que había dado. No miró a los ojos a las chicas mientras respondía, lo hacía fijándose en los adoquines del suelo. Las chicas no respondieron y, con una vergüenza enorme el chico tuvo que levantar los ojos para averiguar qué había pasado. Las dos sonreían. 

-Vaya, vaya, nos ha salido profundito el chaval- Tania rompió el silencio. Denisa afirmó con la cabeza. Jaren sintió cómo le subían los calores a las mejillas. 

-No es para tanto… creo. ¿Y tú Denisa?-

-Indudablemente la mejor película que ha hecho Disney. Peliculón que está infravalorado, por cierto- Denisa hizo unos segundos de silencio para crear un ambiente de expectación-¡Hermano oso!

-¿Y por qué?- preguntó Jaren

-¿Como que por qué? Pues porque claramente el protagonista empieza siendo un idiota egoísta, que mediante la magia no le quedó otra que “ponerse en la piel del otro” -hizo las comillas con los dedos en el aire-, aprendió lo que es la empatía, comprender al otro, entrar en su mundo y sus costumbres y entender que no estamos tan lejos, que todos hacemos lo que hacemos por algún motivo. ¡Y además tiene el valor del perdón! El osito perdona al prota pese a haber hecho algo tan tan grave. 

-No recuerdo la peli, ¿qué hizo el prota con respecto al osito que fuese tan grave?- curioseó el chico.

-¡¡No te lo digo!! Míratela de nuevo-. Respondió Denisa. 

-O podemos quedar un día los tres y la vemos en mi casa- interrumpió Tania. 

-¡También! - Denisa se mostraba especialmente alegre y energética, y eso llamó la atención de Jaren. Le gustó verla tan despreocupada. 

A la vez, él se dio cuenta del mismo modo de que se había sentido cómodo con ese par. “Me podría apuntar más veces con ellas”, pensó, “lo de la peli puede ser divertido”. 

sábado, 19 de abril de 2025

La historia más preciosa de Jaren

 Jaren estaba cansado tras un largo día de trabajo. Se sentó en el sofá. Su madre había ido con las compañeras de trabajo a echar unas cañas, así que le tocaba cenar solo. Como no era muy afín a la cocina, se hizo unas tostadas con tomate y aceite, y puso unos trozos de jamón encima. Esa sería su cena. Unos capítulos de una comedia en la plataforma de series lo acompañarían. Se proponía retirar las cuatro cosas que había en la mesa: unas cartas, el periódico del pueblo, algunas hojas con apuntes a sucio de él y finalmente, los pendientes colgantes y redondeados de colorines, los favoritos de su madre. Al tocarlos, de repente le entró una sensación extraña en el cuerpo, viajó de una forma especial, veía el mundo gigante a su alrededor. Pronto comprendió que por primera vez, él veía el mundo como el objeto, no como una persona. Estaba en el escaparate de una tienda de bisutería, al lado de un collar de color lila y al otro lado, el otro pendiente igual que él. Desde su posición, vio cómo varias personas lo señalaban y observaban, pero nadie entraba a cogerlo. En una de estas, reconoció a su madre pero mucho más joven. También lo contempló un rato y se marchó. Al rato volvió y lo observó de nuevo. Eso a Jaren le hizo gracia, era algo muy típico de su madre. Ella negó con la cabeza y siguió su camino. A continuación, algo hizo que le diese un vuelco el corazón. Vio a su padre. Fue pocos minutos después del paso de su madre. El hombre entró en la tienda. Lo siguiente que percibió fue los dedos calentitos del propietario de la tienda cogiéndolo a él y a su idéntico compañero. A Jaren le entró mareo a raíz de ver cómo todo a su alrededor se movía de una forma muy rápida. Jaren pudo volver a ver a ese hombre, a su padre, de una forma muy fugaz antes de ser metido en un sobre. Desde la penumbra, escuchó el repiqueteo de  monedas y la máquina registradora. Luego noto cómo desde esa oscuridad le entraba una sensación de ternura, amor y tristeza enormes. Algo en su pecho se volvía cálido. 

De repente, como si fuese un abrir y cerrar de ojos, percibió unos dedos que lo sacaban del sobre y volvió a reconocer un rostro femenino al que veía todos los días: su madre. Lo miraba con los ojos muy abiertos y acompañados por la boca, estaba sorprendida. Jaren sabía la historia. Era la primera cita de sus padres. Su padre le había hecho una sorpresa a su madre. Se la había encontrado delante de la tienda, cerca del lugar en el que habían concretado el encuentro. Se fijó en los movimientos de ella y quiso sorprenderla. Y lo consiguió. Lo siguiente que consiguió ver fue un abalanzamiento de su madre hacia su padre y el beso más tierno que había visto jamás. Después pudo ver el rostro del hombre sonrojado y a la mujer riendo también con un tono de vergüenza. Carolina se quitó los pendientes que llevaba puestos y se puso esos nuevos de colorines. 


Como si se bajase el telón, lo siguiente que vio fue el espejo del baño de su casa, a su madre deshaciéndose en lágrimas totalmente vestida de negro y a él -los pendientes- siendo quitados y guardados en el armariete. 


Jaren volvió en sí y se encontró llorando. Se secó las lágrimas y fue a ver un álbum de fotos dejándose arrastrar por sus recuerdos. Perdió la noción del tiempo cuando escuchó la llave encajar en el cerrojo de casa. Su madre lo saludó y se acercó a él. Jaren la miró y expresó:

-Me gusta mucho cómo te quedan los pendientes. Me alegro mucho de que los hayas puesto de nuevo-. 

Carolina se sentó a su lado y madre e hijo se abrazaron con fuerza. 

viernes, 21 de marzo de 2025

 Jaren recibió un mensaje de Denisa.

“¿Puedes quedar? Necesito hablar con alguien que me escuche”. 


(…)

Jaren saludó s Denisa sin obtener respuesta. Ella miraba al suelo con la mirada perdida. Se sentó a su lado sin añadir nada más.

-Mis padres son idiotas, Jaren- dijo una Denisa escondida bajo su capucha. Jaren pensó en su madre. Él no opinaba eso de ella así que el comentario de Denisa lo sorprendió, pero no dijo nada. La chica continuó.

-Vale que siempre se hayan llevado mal, pero a mí qué me cuentan. Yo no pedí nacer. Si tienen que hablar porque tienen que pactar si voy a casa de uno o de otro no es mi problema-. Denisa se echó a llorar. Jaren no sabía qué hacer. Le puso la mano encima de la capucha. ¿Debía colocarla mejor en el hombro? ¿Ofrecerle un abrazo? 

-¿Tus padres están separados, Denisa?

-Sí… desde que yo era pequeña. Y no se llevan muy bien-. 

Jaren se paró a pensar qué le diría Soraya. 

-¿Y en algún momento se han llevado bien?- atinó a decir él.

-¿Qué? Yo que sé-. Jaren vio que por ahí no iría bien. Denisa parecí incómoda.

-No tienes que hacerte cargo de ellos- prosiguió él. Denisa lo miró. Se quedaron mirando y Jaren sintió una conexión. 


 

Jaren toca un colorete. 

He sido guapa. Este maquillaje me hace bella, deseada, atractiva. (Modelo)

lunes, 17 de marzo de 2025

La caja de la fe

 Jaren se ve a sí mismo desde fuera encerrado en el lavabo, llorando a mares. Esta desmontando un sacapuntas. Acaba teniendo un tornillo, una cuchilla, y la carcasa. Las manos le tiemblan. En acto instintivo el Jaren observador se avalanza sobre él y le da un manotazo en la mano que contiene la cuchilla. El Jaren que recibe el impacto se queda sorprendido, asustado y perdido. El Jaren observador lo abraza, lo abraza con tanta fuerza que el otro Jaren se ve asfixiado entre los brazos de sí mismo. 

-Lo siento- dice el Jaren observador. El otro chico no parece verlo, ni oírlo pero siente lo que está sucediendo y se deja caer en los brazos que lo sostienen.

El Jaren observador continúa hablando.

-Lo siento muchísimo… Por favor, no te hagas esto. Eres importante. Quiero cuidar de ti. Mereces cariño y sobre todo mereces ese amor de mí. Siento haberte abandonado y haberte dicho cosas hirientes tantas veces. Perdóname. Yo también te perdono a ti. Estoy aprendiendo a quererte… a quererme… a querernos. A veces soy duro contigo cuando lo único que necesitas es paciencia y compasión. Estoy contigo. Te prometo que no te dejaré sentirte así de solo más. Yo cuidaré de ti. Nos cuidaremos mutuamente. Juntos seguiremos adelante, Jaren. Confía en ti… confío en mí. 

El escenario en el que se encontraba el Jaren observador se empezó a resquebrajar como si fuera un cristal enorme. Todo a su alrededor se convirtió en pequeños cristalitos. Inconscientemente Jaren se apartó del chico al que había estado abrazando. Él también se resquebrajó, y lo último que observó, fue un Jaren sonriendo con una expresión que nunca había visto. Era una paz absoluta. Un gesto de fe. 

Jaren volvió a la tienda sosteniendo la caja plateada en la mano. Se encontraba llorando y sonriendo a la vez. 


domingo, 16 de marzo de 2025

Cuento final

 Marina (hija de Jaren)

Jaren (entrando en la tienda)

La tienda cerró durante años y reabrw

Pandora (dependienta)

Caja (Jaren compra la caja dorada, o plateada la del mar)

Mano al bolsillo trasero, escritor -> pandora pregunta a Jaren a q se dedeica, el responde escritor

Pandora rió

 Alguien entró en la tienda y sacó a Jaren de su ensimismamiento. 

-¿Qué tal, chico? ¿Como va?- pronunció una alegre e inesperada Pandora.

Jaren no respondió. Se la quedó mirando aún sin entender lo que acababa de experimentar.

-La caja de la fortuna, ¿eh? ¿Has podido ver tu futuro? ¿Vas a ser banquero? ¿Electricista? ¿O te quedarás en el antigüero por siempre?- bromeó la chica. 

-¿Qué?- dijo Jaren empanado - Hombre, la verdad es que mi fututo no sea caerme de un avión y acabar en el mar, la verdad- respondió él sarcásticamente. Pandora sonrió de una forma más amplia.

-Con que caías del cielo, eh… qué interesante-. 

-¿Interesante por qué? ¿Qué significa?- dijo él entre curioso y molesto.

-¿Qué significa para ti? ¿Cómo ves tu futuro, Jaren?- respondió ella en un tono afable. 

-Pues… no lo tengo nada claro. Quizás estudio derecho, pero no soy buen estudiante, no lo sé…- Jaren se mostraba inquieto. Su porte era recogido y su cara exhibía una evidente preocupación y molestia. 

-Qué suerte entonces- afirmó Pandora - eso significa que tienes la libertad de poder elegir cualquier cosa. No tienes un camino preestablecido para ti, puedes decidir y el acto de poder tomar cualquier decisión es la máxima exponencia de la libertad-. 

-No es verdad. Tengo mis limitaciones como estudiante, no tengo buena memoria y me cuesta concentrarme. Además que vengo de una familia humilde, no puedo estudiar en universidades claras, por ejemplo. No creo que nadie sea tan libre…- Jaren hizo una pausa- además, cuando tienes tantos posibles caminos, ¿no te parece que es demasiado? Es abrumador. 

Pandora lo miró reflexiva e inexpresiva, a duras penas parpadeando. 

-Tienes razón. Todo siempre es demasiado, porque todo es literalmente todo. Y somos libres en la medida en la que nuestro abanico de oportunidades nos permite serlo. Nuestro origen, el punto de partida del que venimos marca mucho. Pero no creo que por ello tengamos un destino prohibitivo. Algo se puede hacer dentro de ese abanico. No está todo perdido, ¿no?-

Jaren se ruborizó. Aún no había asimilado lo vivido y Pandora le generaba una sensación de inseguridad muy grande dado que no la entendía bien. 

-No te imaginaba tan profundo, Jaren. Estoy gratamente sorprendida. Ya me contarás qué te sucede cuando toques la caja de (la fe).- 

Jaren desvió la mirada hacia la caja plateada. Con que la caja de la fe. Se volvió para mirar a Pandora y la chica ya no estaba. Jaren rió levemente. Qué chica tan misteriosa, qué poco le agradaba. 

lunes, 13 de enero de 2025

La caja de la fortuna

 Sábado. A Jaren le tocaba trabajar y no le daba pereza en absoluto levantarse. Tenía una copia de las llaves de la tienda, así que abrió, siguió las instrucciones que el señor le había dejado y puso en marcha el ordenador, que era increíblemente viejo y lento, el datáfono y aquello que era necesario para arrancar. Dejó pasar un largo tiempo por si aparecía alguien. Estaba algo nervioso aún en ocasiones, era su primer trabajo. Sin embargo, nadie aparecía. Jaren se dedicó a hacer lo que le había llevado a querer trabajar ahí: tocar objetos. Delante de él había dos cajas vacías, casi idénticas, pero una era plateada y la otra dorada con pequeñas piedras rojas, azules y verdes. Jaren desconocía si eran piedras preciosas o falsificaciones, pero tanto daba. Se acercó a ellas y tocó la dorada. 

De repente tuvo la sensación de estar flotando en el cielo, entre las nubes. Notaba un aire helado y mucho viento a su alrededor. De forma abrupta, dejó de flotar y empezó a caer. Estaba en pánico. No entendía nada. Sólo caía y caía. Notaba cómo su espalda tiraba de él hacia abajo y sus miembros restaban mirando hacia el cielo impulsados por el aire. Le molestaba el viento en la cara, en el pelo y en la ropa. Lo sentía en todas direcciones. Y sobre todo sentía pánico. Descendía y descendía. Sentía los ojos húmedos pero debido a su posición, no podía llorar. Finalmente tuvo la sensación de caer en agua. Todo a su alrededor se había convertido en una especie de océano. Los brazos se movían lentamente en el agua. Trató de nadar hacia la superficie. Por algún motivo creía férreamente que había pronto podría sacar la cabeza fuera, pese a que tampoco sentía que estuviera conteniendo la respiración. Podía inhalar y exhalar aire con normalidad. Estaba a escasos centímetros de salir. Al hacerlo, su cuerpo y consciencia lo devolvieron a la tienda. 

“¿Qué?”, pensó Jaren. 

“¿Qué acaba de ocurrir?”