martes, 30 de abril de 2024

Pms

 Soraya leía por enésima vez sobre cómo ayudar al cuerpo en el “síndrome premenstrual”. Realmente siempre tuvo el debate de si era buena idea ir clasificando todo en síndromes, síntomas y patologías, pero en este caso, Internet la estaba ayudando mucho gracias a llevar el titulito de “síndrome”. “Supongo que los diagnósticos sirven para dar credibilidad a algo que ocurre”, piensa.

(La golondrina)


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Aquí la persona que te juzga eres tú mismo

Reflejando el vacío

 Pero eso no es lo que vio Jaren. Jaren no vio nada. Absolutamente nada de nada. Estando en la ducha, Jaren vio la oscuridad. Se refugió en sus manos. Podía ver su cuerpo. Pero era lo único que podía ver. Sentía pánico. Se tocaba y se refugiaba en sí mismo. La sensación era la de sentir un inmenso vacío. Poco a poco se fue esfumando el miedo y ese vacío que veía fuera fue calando en su interior. Notaba como desde sus pies y manos esa oscuridad y vacío iban hacia dentro de sí, como si la sangre que circulase en sus venas fuese transportando esa sensación y expandiéndola por los órganos, sentidos y huesos. Llegó un punto en el que no sentía nada. Sus ojos también fueron perdiendo la imagen y Jaren se quedó en completa oscuridad. Sus emociones se ausentaron, no era capaz de encontrarse a sí mismo por mucho que tratase de palparse. Todo había desaparecido. Y en esa sensación de nada desoladora, encontró el faro de luz. La voz de Soraya resonó en su cabeza como en enorme eco. “El camino y las respuestas están en ti, el viaje es hacia adentro”. Jaren respiró profundamente y se repitió esas palabras como un mantra al que agarrarse “las respuestas están dentro de mí, el viaje es hacia adentro”. Trató con tremenda dificultad recordad el espejo, pero no el pequeño y roto, el de su cuarto de baño. El que le devuelve la imagen de sí mismo todos los días. Pensó en él, en sus ojos verde grisáceos. Pensó en su pelo lacio y cargado, y las manchas de su cara. En los lunares y granitos que reconocía. En su pendiente. Recordó las broncas que originadas por hacérselo y sintió la fuerza de la ira en su interior. Se agarró a esa emoción y trató de darle intensidad. Se imaginó que cogía la forma de una bola que crecía y crecía en su estómago. Y sintió las manos. Las apretaba y soltaba y recuperó así la sensación de movimiento. Trató de imitar el mismo gesto en sus pies. Movió los dedos y se sintió los pies. Movió los tobillos. Después fue haciendo ejercicios de contracción y relajación en las piernas y fue subiéndolo por todo su cuerpo. Cuando abrió los ojos, su mundo había regresado. Casi pudo escapársele una lágrima de alivio. Había huido mucho del recuerdo de las broncas por el pendiente, y ahora, esa emoción que le había repulsado, le había dado un empujón al sentir. Salió de la ducha y se miró en el espejo. Sonreía orgulloso de sus manchas, lunares y ese pelo indomable con vida propia. 

lunes, 29 de abril de 2024

La cita

 Irina estaba nerviosa. Pero no era del tipo de cuando estás a punto de hacer un examen y sientes el miedo calando en todo tu cuerpo, de ese no. Irina estaba nerviosa de excitación, y eso su cama, presa de todas las prendas de ropa que la invadían tras haber sido probadas por la chica para ver cual era la elegida, podía corroborarlo. También podía corroborarlo el espejo del baño que durante dos horas había vislumbrado el reflejo del esfuerzo en hacer algo digno con su pelo. La elección habían sido unos tirabuzones interminables en esa cabellera castaña con mechas rubias. Sus labios brillaban con el intenso pintalabios. Sus mejillas lucían rojizas y sus ojos también habían sido un lienzo trabajado. Una vez lista, cogió su espejo de bolso, lo metió en éste y salió. No paraba de mirar con insistencia su reloj de muñeca en la puerta de casa. Sentía una adictiva sensación de vértigo. La emoción de alegría la desbordaba. Derrochaba euforia por cada poro de su piel. A lo lejos vio el coche de él. En su cabeza había soñado con miles de primeras citas con él, y por fin, ya no era solo un sueño.Por fin la cita más básica, estándar y deseada estaba ocurriendo. Un poco simple cena que para ella lo significaba todo. 

Espejito espejito

 Jaren trató de meditar sentado en el suelo con las piernas cruzadas, los ojos cerrados y el espejito en las manos. Nada sucedía. Jaren abrió el espejito y se miró lo más concentrado que pudo en él. Nada sucedía. Buscó en internet información sobre “cómo vivir vidas pasadas a través de un espejo”, pero la mayoría de webs que le aparecieron era de rituales siniestros para hacer aparecer espíritus y con un escalofrío lo dejó estar. Al final, víctima de la frustración, lanzó el espejo contra su cama y éste rebotó contra la pared acabándose así abriendo una grietas. “¡Joder, no!” gritó Jaren. La culpa la invadía todo su ser. Se sentía la peor persona del mundo. ¿Y si había roto los recuerdos de alguien? Los ojos de Jaren se tornaron vidriosos. Sentía rabia, culpa, ansiedad. Se sentía inquieto, no podía parar de dar vueltas sin sentido y acariciarse una mano con la otra. En el estómago, sentía que un nudo le acabaría por provocar una indigestión. Se llevaba las manos a la cabeza intentando pensar y volvía de nuevo a juguetear con ellas. “Joder, joder”. Finalmente se dijo: “Jaren, quieto. ¿Qué te diría tu terapeuta?”. Trató de ponerse en la piel de Soraya. Soraya diría algo así como… “en lugar de victimizarte y fustigarte, trata de buscar soluciones”, “vale, soluciones, soluciones… ¿y cómo arreglo yo un espejo roto? Vamos a ver. Y si no tuviese arreglo, ¿qué diría Soraya? Soraya diría que… ‘hazte responsable de las consecuencias y asume aquello que ocurre desde la dignidad’. Vale pues solo me queda hablar con el señor y explicarle lo sucedido. Quizás él sepa qué hacer… pero me da un miedo terrible que se enfade… ¿si le cuento todo esto a Soraya, me creerá?”

Finalmente, con esa decisión, Jaren pretendía seguir con normalidad el resto de su día pese a que encontrase una dificultad enorme para ello.

Y al acabar el día, Jaren procedió a ducharse.

domingo, 28 de abril de 2024

La realidad del imaginario

-Vaya, veo que has vuelto- dijo el hombre desde el mostrador. 

Jaren estaba como adormecido, sintiendo dificultades para volver del todo a la realidad. Deseaba saber cómo continuaba la historia, quiénes eran esas personas, cómo terminaba el final, si era un final feliz o uno de triste. Jaren no quería volver a su presente, ansiaba saber más. Pero no había más imágenes para él y poco a poco la realidad fue aterrizando imparable.

El hombre del mostrador restaba en silencio. Jaren finalmente lo miró y las pupilas de ambos se encontraron. 

-No entiendo cómo funciona esto- alcanzó a decir Jaren.

-No hay nada que entender, chico- respondió impasible el hombre. 

-¿Es real todo esto? ¿Por qué yo?- Jaren respiró apresurado y confuso. Incluso removido. 

-Es real aquello que tú creas y quieras que lo sea. ¿Es real aquello que desayunas por la mañana? ¿Es real el miedo que sientes frente a un examen? ¿Es real aquel recuerdo de ti mismo columpiándote de pequeño en un parque? ¿Cómo sabes discernir lo que es real y lo que tu imaginación inventa?-

Jaren no supo qué responder. Estaba incómodo y deseaba salir de la tienda. Sus pies se dirigieron a hacia la puerta y de reojo vio cómo el vendedor se giraba. Es entonces cuando, sin que el señor lo percibiese, que Jaren cogió un espejito pequeño y se lo llevó en el bolsillo para analizarlo en casa. Una parte de él le sorprendió y decepcionó lo que acababa de hacer. Siempre había juzgado mucho el “robar”, pero el hombre le daba mala espina y no quería hacerle saber que él ahora era dueño de ese objeto. Prefirió hacerlo desde otro lugar, desde el desconocimiento y las sombras. Además, le sorprendía que estuviesen esos tesoros en venta. O quizás sería que no lo estaban… en cualquier caso, cuando Jaren llegase a casa, investigaría el espejito intentando descubrir cómo podía nacer la magia. 

lunes, 22 de abril de 2024

Cuenta-cuentos

Al despertar, Jaren sintió una punzada de nostalgia. Comprendió que deseaba volver a la tienda, conocer más y seguir visualizando las historias que los objetos tenían para explicarle. También hipotetizó que, por más que intentase ignorar la experiencia vivida, era algo que le había marcado y difícilmente podría huir. En parte feliz y por otra parte con cierta inseguridad, decidió vestirse y volver a visitar la tienda. 
De camino, estaba nervioso. Se notaba la inquietud en las manos. Pero si se paraba a escucharse, podía percibir que era una sensación agradable. Era excitación, y no miedo. 
Antes de llegar Jaren hizo una respiración profunda. Algo le decía que si entraba de nuevo, no habría vuelta atrás de esa aventura que iba a vivir. Se encontró a sí mismo sonriendo tras ese pensamiento. 
Entró y de nuevo el mostrador estaba vacío. Jaren se preguntó si el vendedor no sería demasiado confiado dejando la tienda al libre albedrío del cliente, sin vigilancia ni cuidado. 
Quizás todos esos objetos, que en su día habían sido las pertenencias de alguien, habían sido tesoros para esas personas. El vendedor debería protegerlas, proteger esas historias que, según le dijo, él también podía ver.
Jaren se aproximó a un objeto: era una guitarra eléctrica. Se veía oxidada pero era preciosa, y se notaba que, de alguna manera, la guitarra desprendía arte, amor y cariño, como si su anterior dueño la hubiese mimado tanto que la guitarra quisiera devolverle todo ese amor al mundo a través de su música. Y tal y como esperaba, Jaren la tocó y  la guitarra inició una melodía a su alrededor que parecía que fuese tan real como la chaqueta tejana que el chico llevaba puesta. Tras la melodía el chico empezó a oler a Whiskey, cerveza y tabaco. Después escuchó risas, barullo y otra infinidad de voces que no podía interpretar y frente a sus ojos apareció un escenario, la guitarra entre sus manos y un micrófono delante de él. A su alrededor estaba rodeado de una gran multitud de gente que lo contemplaba mientras tomaba algo desde sus asientos o de pie en ese bareto con el aire cargado de humo de tabaco y puros. Él, por instinto cogió el micrófono y empezó a cantar. 

domingo, 21 de abril de 2024

El orden de los cuentos:

 El anticuario - la caja de musica - el antigüero - domingo/el viejo del vidrio - el sueño de Jaren - la chica channel - tienda - guitarra - jaren (habla con el señor, va a ver a su abuela -> anciana y taza) 

El sueño de Jaren

 Pese a que Jaren procuró seguir su rutina con naturalidad,  tratando de anestesiarse con las redes sociales y plataformas de series, sentía un run-run dentro difícil de callar. No le comentó a nadie lo que había vivido y lo acató a la necesidad de vivir algo especial, como pasa en las películas de adolescentes que al cumplir cierta edad desarrollan un poder sobrenatural. Por la noche, al acostarse, realizó sus hábitos cotidianos y decidió descansar sin darle más vueltas al asunto. 

Fue entonces cuando Jaren soñó con la tienda. Los mundos oníricos le llevaron al impulso de entrar, de recordar los objetos que había visto y desear tocarlos todos. Sus dedos, de forma casi instintiva, fueron a contactar con un alfiletero.

jueves, 18 de abril de 2024

El antigüero

 La voz provenía del mostrador.

-Veo que tú también tienes el don-.

Jaren observó al señor sintiéndose las palpitaciones con mucha potencia en el cuello. Se sentía la boca seca y el cuerpo extraño. 

-El don de ver las historias que contienen los objetos. Es agradable saber que alguien más puede hacer lo mismo. Así puedo compartir esta experiencia con alguien sin parecer un chiflado.

“Todo esto no puede ser cierto”, pensó. “Esto es surrealista”. 

-No sé de qué habla señor. Yo no he sentido nada -respondió un Jaren tembloroso y asustado-  A usted le falta un tornillo-se apresuró a terminar.

Sin pensárselo demasiado el chico salió de la tienda y se miró las manos. Eran las suyas. Esas manos poco cuidadas, con pequeñas heridas de no vigilar lo que se toca y con las uñas mordidas dándoles formas no homogéneas.

“No ha sido real… ¿no?” 

El chico miró hacia el interior de la tienda. El señor seguía sonriendo y con la mirada fija en el joven. Jaren negó con la cabeza y marchó al súper a paso ligero.

De camino se encontró a Denisa, una compañera del instituto a la que saludó con desdén y rapidez para deshacerse de ese contacto social indeseado.

Cuentos de Jaren: la caja de música

 Era una niña de aproximadamente unos diez años. Sentía presión en el pecho y nervios en el estómago. Parecía como si fuese a hacer algo importante. Como si alguien esperase algo de ella. Jaren lo podía sentir. Delante suyo un señor le tendía la mano. Jaren, en el cuerpo de la niña, la agarró y por instinto empezó a moverse. Comenzó a bailar con el señor, iban al mismo compás y Jaren sintió como la presión se rebajaba. No entendía lo que sucedía pero podía percibir lo importante que era eso para la niña. Al terminar el baile, el hombre se agachó a la niña para decirle algo. “Feliz cumpleaños, Amanda. Espero que te guste mi regalo. Espero que tu tío no se haya equivocado al elegirlo. Sé que lo que más amas en el mundo es la música.” 

El señor calló un momento pensativo y prosiguió.

“Que no te engañen Amanda, por muchos corsés que debas ponerte, tú sabes quién eres. Eres Amanda, tocas el piano y el violín con una pasión desbordada, y nada es más importante que hacer aquello que te hace sentirte viva”. 

Jaren sintió un escalofrío y como por arte de magia, la imagen, tal y como había venido, se esfumó.

“Bienvenido”, escuchó que venía de lejos. 

La tienda de antigüedades

Jaren seguía su rutina habitual. Iba al súper de referencia, era el mismo al que solían ir sus padres, así que siguió con la tradición familiar porque se conocía los productos y su ubicación. Iba distraído con la música y el móvil cuando un gato lo devolvió a la realidad al cruzársele con energía. Al levantar la vista, vio una tienda de antigüedades que no reconocía. Decidió entrar. 

No parecía haber nadie. La tienda estaba llena de estanterías con objetos que podían explicar historias de otras épocas. Él los miró fascinado. Al fondo de la tienda, había un mostrador con un timbre oxidado al estilo de los hoteles de antes. “¿No hay nadie?” Se preguntó.

Fue a tocar un objeto; una caja de música. Los colores, que debían ser cálidos, se perdieron en marrones apagados. Al abrirla, empezó a sonar una melodía, y vislumbró, como si lo viera por los sentidos, cómo se le aparecía un salón de baile. Él se sintió un olor a perfume. Por instinto, se miró el cuerpo y se visualizó en un vestido rosado, con guantes y zapatos, todo como si fuese perteneciente a otro siglo.

miércoles, 17 de abril de 2024

Niña interior

Alguien fue capaz de encontrar el camino.

Se dio cuenta de que en su pecho había una cicatriz y entendió lo que estaba sucediendo. 

Ella había encerrado en su pecho su esencia, su niña interior. El mundo de los adultos es un lugar peligroso, así que la cogió, creó unas escaleras en forma de caracol para llegar a su corazón y le dio una habitación dulce que asemejase un lugar seguro. La habitación contenía una lámpara que proyecta estrellas en el techo, la manta que le había servido como refugio durante las largas noches de invierno y sus muñecos y muñecas. Después subió las escaleras, cerró la puertecita de su pecho, y se cosió la piel para que nadie pudiese encontrar a esa niña jamás. 

Pero ese “alguien” había descubierto su secreto y estaba trazando un plan para poder entrar. 

La princesa Iracunda

 Nadie recuerda el verdadero nombre de la princesa, todos la llaman "Iracunda" y ella se gira cuando la nombran así, lo ha aceptado como pseudónimo. Iracunda suele levantarse malhumorada, siempre grita en lugar de hablar, se queja por todo y sus comentarios son hirientes. Sus súbditos no la soportan, su familia no vive con ella, Iracunda vive aislada en su burbuja de rabia. En ocasiones parece que despierta algo más amable y en lugar de chillar, simplemente refunfuña, pero no se la ve sonreír. Así es Iracunda, una princesa insufrible, de dulce no tiene nada, mucho menos es humilde y de risueña tiene cuánto menos.