miércoles, 2 de julio de 2025

Cumpleaños feliz parte dos

 -¿Gisela?- pronunció Jaren.

-¡Jaren! ¿Qué haces aquí?- preguntó Gisela aún sostiendo el pelo de su amiga. 

-Tania me invitó… ¿quién está vomitando? ¿La conozco?- 

-Es Júlia. Está fatal. Creo que hay que llevarla a casa, ya hace rato que está entre la pota y el blancazo…Ella y tú os conocéis desde pequeños, ¿no? ¿Conoces a sus padres?- esa pregunta dio mala espina al chico, anticipando que según lo que respondiera se metería en un follón.

-Sí, bueno, nos conocemos desde peques pero nunca hemos tenido especial confianza, ni hemos hablado mucho, ni nada- se escudó. 

-¿Pero sabes dónde vive? ¿Me acompañarías a su casa? Y si hiciera falta hablar con sus padres, mejor que sea con alguien que conozcan, ¿no?- planteó ella.

Jaren recordó varias conversaciones en sesión con Soraya sobre poner límites. Esa idea le parecía totalmente hostil, así que deseaba ponerle un límite y decirle que no lo iba a hacer.

-Pero tampoco sé lo que ha bebido, ni qué ha pasado- trató de excusarse con la esperanza de que funcionase el plan o ella detectase que él no quería quebraderos de cabeza. 

-No pasa nada, yo te acompaño, es solo para apaciguar las aguas. ¿Vienes conmigo entonces?- 

“No”, pensó.

-Sí, te acompaño- dijo.

“Mierda”. 

Se despidió de Tania y de Denisa con un abrazo y se encontró llevando a una compañera borracha que a penas se tendía en pie a casa conjuntamente con otra con la que se había hablado un total de dos veces en su vida. Durante el trayecto, Gisela le contó sus problemas con su pareja y con algunas amigas, cosa que a Jaren importaba muy poco. Estaba incómodo, cansado y con cero ganas de estar en ese lugar en ese momento. Se maldecía por dentro. 

“Solo eran dos letras, Jaren. La ene y la o. Es bien fácil”.

Cuando llegaron a casa de Júlia, Gisela sacó las llaves del bolso de ésta mientras Jaren la sujetaba por petición de ésta. Gisela abrió la puerta del portal.

-Un momento, ¿no picarás al timbre? ¿¡Vamos a subir!?- el tono del chico sonaba en pánico, porque es justo lo que sentía.

-Hombre claro, ¿no pensarás picar a sus padres a la una de la mañana diciendo “perdone señora, disculpe señor, le traigo a su hija tan embriagada que no recuerda ni su nombre”? Eso sería venderla-. 

Jaren dudó de las intenciones que podía tener Gisela desde un principio. No entendía a su compañera y eso le daba mala espina. Sin embargo, Jaren suspiró y obedeció. 

Subieron a casa de Júlia, cargando con ella con todo el sigilo que podían. Al entrar, comprobaron que la puerta de la entrada estaba cerca del salón y se podía observar el sofá. Jaren propuso dejarla ahí mismo.

-¿Y que se la encuentren mañana ahí sus padres? No, la llevamos a la cama- debatió Gisela.

-Gisela, no puedo más- expuso él- no quiero seguir invadiendo los espacios de otras personas. No quiero entrar en la habitación de ella también -pese a que es cierto que se moría de curiosidad de ver el cuarto de ella. Gisela lo miró un instante. Vaciló durante un segundo que a Jaren se le hizo eterno. 

-Vale. La dejamos en el sofá- aceptó. Jaren sintió alivio.

-Gracias por entenderlo- Júlia mostró cara de sorpresa frente al agradecimiento. 

La tendieron y dejaron que durmiera la mona. 

Salieron de la viviendatratando de hacer el mínimo de ruido. Bajaron por el ascensor en silencio. 

En la calle, se despidieron dándose dos besos y antes de separarse, Gisela atinó a decir a Jaren: 

-¿Sabes? Eres buen chaval- y con este comentario, le volvió a decir adiós con la mano y se marchó. 

Jaren suspiró. “Qué ganas de acostarme que tengo”.

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