Sábado.
A Jaren le tocaba trabajar en la tienda. Le daba mucha pereza tener que salir de la cama para ir pero no se quejó en voz alta.
Subió la persiana con dificultad porque aún tenía los músculos agarrotados de levantarse hace nada y abrió la tienda con las llaves.
El dueño siempre le dejaba una nota con tareas en el mostrador: deshacer algunas cajas, fregar suelos, poner algunos precios a objetos mediante etiquetas…
Ese día a penas tenía un par de tareas de limpieza que hacer. Poco después de abrir, entraron unos clientes. Compraron algunos discos de vinilo antes permitiéndose entrenerse entre pasillos aleatorios. Jaren los había saludado y los observaba. No había cámaras así que cuando entraban clientes había que estar atento.
Cuando se marcharon, Jaren volvió al mostrador. Bostezó varias veces. Se sentía aburrido. Fue en ese momento en el que se fijó en un pendiente en forma de perla que había al lado de la caja. “¿Se me ha pasado antes? No lo tenía localizado”, pensó. Buscó la pareja del pendiente dando por hecho que la encontraría rondando el mostrador. Se agachó para buscar en el suelo, miró dentro de la caja… no había ni rastro del otro par. Jaren cerró los ojos agarrando con fuerza la perla tratando de visitar el recuerdo de su dueña. Nada. Lo volvió a intentar. Nada. “¿He perdido mi don?” Quiso probar otro objeto así que se dirigió hacia un pasillo cuando tras él escuchó una voz femenina conocida.
-¡Vaya! ¡Qué suerte! Has encontrado mi pendiente-.
Cuando Jaren se dio la vuelta, su atención fue secuestrada por ese pelo rojo salvaje que caracteriza a Pandora.
-¿Es tuyo?- preguntó. La chica ya se había puesto el pendiente en una oreja.
-Sí- afirmó ella. Él se sintió incómodo por algún motivo que no alcanzaba a comprender. Sintió cómo se tensaban sus hombros y piernas.
-No veo que lleves el otro puesto…- alcanzó a decir.
-Ya- respondió ella escueta. Jaren le tenía cierto desagrado a la chica. Le incomodaba especialmente.
Jaren fue a decir algo pero calló. “Algo me dice que no es cierto”, pensó.
-¿Decías algo?- interrogó Pandora con los ojos muy abiertos y una sonrisa hierática.
Jaren negó con la cabeza apretando los labios. Pandora se fijó en ese gesto. Se quedó mirándolos con descaro.
-Oye, ¿no te cansas de ser tan callado?- preguntó ella alzando las cejas y con un tono inquisitivo.
Jaren iba a responder. Le iba a decir que a ella no le importaba, o podía confesarle cómo le hacía sentir. Sin embargo sólo fue capaz de decir:
-No…-
Pandora rió, cogió su bolso que aparentemente estaba en el suelo y salió por la puerta principal.
Jaren se quedó pensativo.
“¿Cuándo ha entrado? ¿Cómo no me he dado cuenta?”
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