jueves, 18 de abril de 2024

El antigüero

 La voz provenía del mostrador.

“ Veo que tú también tienes el don”

Cuentos de Jaren: la caja de música

 Era una niña de aproximadamente unos diez años. Sentía presión en el pecho y nervios en el estómago. Parecía como si fuese a hacer algo importante. Como si alguien esperase algo de ella. Jaren lo podía sentir. Delante suyo un señor le tendía la mano. Jaren, en el cuerpo de la niña, la agarró y por instinto empezó a moverse. Comenzó a bailar con el señor, iban al mismo compás y Jaren sintió como la presión se rebajaba. No entendía lo que sucedía pero podía percibir lo importante que era eso para la niña. Al terminar el baile, el hombre se agachó a la niña para decirle algo. “Feliz cumpleaños, Amanda. Espero que te guste mi regalo. Espero que tu tío no se haya equivocado al elegirlo. Sé que lo que más amas en el mundo es la música.” 

El señor calló un momento pensativo y prosiguió.

“Que no te engañen Amanda, por muchos corsés que debas ponerte, tú sabes quién eres. Eres Amanda, tocas el piano y el violín con una pasión desbordada, y nada es más importante que hacer aquello que te hace sentirte viva”. 

Jaren sintió un escalofrío y como por arte de magia, la imagen, tal y como había venido, se esfumó.

“Bienvenido”, escuchó que venía de lejos. 

La tienda de antigüedades

Jaren seguía su rutina habitual. Iba al súper de referencia, era el mismo al que solían ir sus padres, así que siguió con la tradición familiar porque se conocía los productos y su ubicación. Iba distraído con la música y el móvil cuando un gato lo devolvió a la realidad al cruzársele con energía. Al levantar la vista, vio una tienda de antigüedades que no reconocía. Decidió entrar. 

No parecía haber nadie. La tienda estaba llena de estanterías con objetos que podían explicar historias de otras épocas. Él los miró fascinado. Al fondo de la tienda, había un mostrador con un timbre oxidado al estilo de los hoteles de antes. “¿No hay nadie?” Se preguntó.

Fue a tocar un objeto; una caja de música. Los colores, que debían ser cálidos, se perdieron en marrones apagados. Al abrirla, empezó a sonar una melodía, y vislumbró, como si lo viera por los sentidos, cómo se le aparecía un salón de baile. Él se sintió un olor a perfume. Por instinto, se miró el cuerpo y se visualizó en un vestido rosado, con guantes y zapatos, todo como si fuese perteneciente a otro siglo.

miércoles, 17 de abril de 2024

Niña interior

Alguien fue capaz de encontrar el camino.

Se dio cuenta de que en su pecho había una cicatriz y entendió lo que estaba sucediendo. 

Ella había encerrado en su pecho su esencia, su niña interior. El mundo de los adultos es un lugar peligroso, así que la cogió, creó unas escaleras en forma de caracol para llegar a su corazón y le dio una habitación dulce que asemejase un lugar seguro. La habitación contenía una lámpara que proyecta estrellas en el techo, la manta que le había servido como refugio durante las largas noches de invierno y sus muñecos y muñecas. Después subió las escaleras, cerró la puertecita de su pecho, y se cosió la piel para que nadie pudiese encontrar a esa niña jamás. 

Pero ese “alguien” había descubierto su secreto y estaba trazando un plan para poder entrar. 

La princesa Iracunda

 Nadie recuerda el verdadero nombre de la princesa, todos la llaman "Iracunda" y ella se gira cuando la nombran así, lo ha aceptado como pseudónimo. Iracunda suele levantarse malhumorada, siempre grita en lugar de hablar, se queja por todo y sus comentarios son hirientes. Sus súbditos no la soportan, su familia no vive con ella, Iracunda vive aislada en su burbuja de rabia. En ocasiones parece que despierta algo más amable y en lugar de chillar, simplemente refunfuña, pero no se la ve sonreír. Así es Iracunda, una princesa insufrible, de dulce no tiene nada, mucho menos es humilde y de risueña tiene cuánto menos.

martes, 3 de diciembre de 2019

El dolor de la princesa


Ella salió de la burbuja negra. Sentía que se ahogaba en ella. Pero no huyó de ese lugar como había llegado. Al principio la burbuja parecía un sitio confortable, agradable y cálido. No supo qué le pasó para acabar asemejando las tinieblas.  Ella entró siendo una señorita, dulce, trabajadora y amable y salió siendo una especie de medusa, un ser rencoroso lleno de dolor, gritando y transformando todo a su paso. Lo que a su alrededor había sido un palacio espléndido, lleno de luz y color, a su paso se convertía en escombros y lúgubre, los cuadros se deshacían mostrando imágenes siniestras. Ella compartía ese dolor con su entorno y éste empatizaba con ella  mimetizándose con ese sentimiento. Las cortinas se cerraron para permitir oscuridad, los platos volaban haciéndose añicos, las plantas y flores se marchitaron. Ella ubicó el salón como su lugar para llorar, en la alfombra semideshilachada y delante de la apagada chimenea.
Una rosa blanca que la contemplaba desde la ventana sintió mucha pena y decidió teñirse de rojo para dar color a esa oscuridad. 
Pasaron los meses y la princesa se estabilizó pero seguía sintiendo esa profunda tristeza. Un día que deambulaba por el pasillo cual fantasma, se percató de la existencia de la rosa roja. Si primer instinto fue arrancarla. Abrió la ventana para cogerla y al hacerlo, se clavó algunas espinas. La sangre empezó a brotar de su mano pero siguió agarrando la rosa. Quería darle un tirón, de verdad lo quería pero algo dentro de ella se lo impedía. Finalmente, la rosa le habló. "¿Por qué no me arrancas?" "Es que no puedo hacerlo", respondió la princesa. "¿Qué te lo impide?". "Tu color. Antes de que mi pelo se tornara del color de la noche, era de un intenso carmesí". La rosa deshizo su tinte para volver a su original color blanco."¿Y ahora?". "Sigo sin poder", contestó la princesa. "¿Por qué?", preguntó la flor. "Porque me recuerda a mi infancia jugando en la nieve". La rosa, asumiendo que no sería exiliada de su posición, pidió a la princesa que la soltase. La chica, al ver la situación, asintió y cerró la ventana dirigiéndose al pasillo. A lo largo de su trayecto, fue dejando gotitas rojas en el suelo de su sangre. De cada gota, salió un pequeño tallo de lo que sería una rosa roja, de manera que, a las pocas semanas, el palacio se llenaría de flores rojas por todas partes dando color al lugar. 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Envejecer

Creo que hay tres cosas que nos hacen "envejecer":
Las preocupaciones, el sedentarismo y el estrés. Justo en ese orden, y esto último en ocasiones  puedes un estímulo motivador