viernes, 3 de mayo de 2024

Terapia

 Jaren tenía cita con Soraya. Se disponía a contarle todo. “Pensará que estoy pirado…”. Pese a las muchas dudas que le generaba esa decisión, sentía que debía contárselo a alguien. “Bueno, si estoy pirado, Soraya sabrá qué hacer”, se afirmaba. Llegó a la consulta casi sin percatarse. Soraya le saludó con una gran sonrisa. 

-Hombre, Jaren, bienvenido. Hace ya algún tiempo que no nos vemos, ¿te ha ido bien?

-Sí bueno, más o menos…

-¡Bueno ya estás aquí! Pongámonos cómodos y me cuentas-.

Jaren se explayó. Le contó algunas cosas del instituto y finalmente, se atrevió a explicarle algo inaudito. 

-Vas a pensar que estoy loco o directamente no te vas a creer lo que me ha pasado…- inició el chico nervioso.

-Prueba- respondió la terapeuta con serenidad.

-Descubrí una tienda de antigüedades… y resulta que… bueno que… cada vez que toco algo, veo la vida de otras personas. De sus dueños supongo. La vivo en mis propias carnes, pero eso… es algo imposible y…- Jaren tartamudeaba y tardaba en enlazar una frase con la otra. Era como si hubiese echado el freno de mano verbal. Soraya asentía con cara de poker. Jaren se interrumpió a sí mismo.

-Piensas que estoy loco, ¿no?

-Jaren, aquí la única persona que te está juzgando eres tú mismo- atinó a decir ella. Y continuó -Te diría que, ¿cómo te sientes con esto que me cuentas? Tanto en el hecho de explicarlo como en la vivencia en sí.

-Pues… me da miedo que los demás, en este caso tú, me rechacéis por decir cosas raras. Eso con respecto a contarlo. Pero la experiencia en sí es una pasada. Es increíble lo que es poder vivir otras vidas. Es como… -Jaren calló interrumpiéndose de nuevo.

Soraya también se mantuvo en silencio y Jaren se tensó.

-¿Qué te estás diciendo?-

-Que soy un bicho raro. Que esto no es normal. 

-¿Y qué sí es normal? ¿Qué es la normalidad para ti? Incluso si esto no lo fuese, ¿pagarías el precio que representa el ser normal para ti? No quiero que me respondas ahora, este será el ejercicio que te lleves a casa.-

Jaren salió removido y pensativo. Estaba convencido de que Soraya lo mandaría a psiquiatría. Dio un largo paseo pensando en sus supuestos deberes terapéuticos antes de volver a casa, pasando al lado de un hotel de poca monda, comprándose merienda en una panadería y acabando en un parque sentado. 

“Aquí la única persona que te está juzgando eres tú mismo”, recordó.

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