sábado, 11 de mayo de 2024

Como la canción de M-Clan

 Carolina estaba harta de que le cantasen la canción de M-Clan. “Hay que joderse, no habrá nombres en el mundo”. Sonaba en ese instante en la radio y sentía el impulso de cambiar de emisora.

-Jaren, ¿qué te queda? Que llegaremos tarde a la comida y sabes que a tu tío Jorge le desquicia esperar, y no seré yo la que aguante a mi hermano enfadado, ¿me oyes?-.

Carolina quería aparentar ser una madre guay. Se hacía la moderna descargándose las mismas redes sociales que los jóvenes usaban. Vestía reflejando mucho carácter y alguien le había dicho que parecía que se entendía bien con “los chavales”. Y la apariencia era tan certera como fingida. Bajo todas esas capas de mami al día, de mujer poderosa; se escondía una muchacha que se deshacía en inseguridades, tenía mil dudas y sufría porque no acababa de entender a su hijo, qué hacía, qué le pasaba, por qué pese a que aparentemente se llevaban bien, ella lo notaba lejísimos. 

-¡Jaren, que salgas ya del baño!- gritó. Una parte de ella reconocía estar enfrentándose a ese pequeño miedo a que su hijo estuviese recreándose con su miembro viril. Era algo evidente que con la edad que el chico tenía, la sexualidad sería un tema crucial para él. Pero se sentía perdida frente a la forma de abordar el tema.  Y suerte para ella que todavía no había aparecido el nombre de una potencial pareja en sus conversaciones. Llevaban muchos años siendo un equipo de dos, y temía qué podía pasar si alguien perturbaba su sistema. Pero estaba segura de que eso ocurriría tarde o temprano. 

-Mira mamá, ¿te gusta esta camisa nueva? Me la compré en un mercadillo de segunda mano- dijo él.

Y Carolina sintió cómo su hijo recurría a ella, se acercaba y ese equipo que formaban los dos, en ese preciso momento, funcionaba correctamente. Los fantasmas del futuro seguramente volverían en otro momento, pero ya los enfrentaría a su debida hora. 

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