domingo, 12 de mayo de 2024

la anciana entrañable

Jaren tocó la taza (…)

La vieja señora Lina solía despertar con el canto de los pajarillos y el sonido de los coches de una Barcelona ajetreada. Con mucha calma, se incorporaba, y más despacio todavía, se levantaba en busca de encontrar algo cómodo que ponerse. Después cogía su caminador y se dirigía a la cocina. Allí se preparaba su café descafeinado y un par de tostadas con mantequilla y mermelada de fresa. Con su andador, junto al plato y taza sujetados por al asiento de éste, salía al balcón y se sentaba cada día en la misma silla de metal con un cómodo cojín, cogía los utensilios y los ponía sobre la mesa. Observaba jovial la calle. Disfrutaba viendo a los transeúntes ir y venir desde su terraza, con la rutinaria taza de café prácticamente hirviendo en la mano. Las arrugas de sus ojos y boca, dibujaban la historia de alguien que ha sido feliz. Los gorriones, los mismos animalillos que la despertaban, acompañaban las mañanas con melodías que se sumaban a la sensación de bienestar de la anciana. Ella, entretenida, imaginaba a dónde se dirigirían esos individuos a sus pies, que desde las alturas, parecían haber menguado su tamaño. ¡Qué poquito necesitaba la mujer para divertirse!

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