sábado, 25 de mayo de 2024

La caja de Pandora

 Cuando Jaren abrió los ojos, vio a una pelirroja delante de él observándolo.

-Ay la triste historia del duque. Es melancólica, ¿no te parece?- dijo ella sin ninguna introducción previa, señalando la pluma que él sostenía en la mano.

Jaren dio un paso atrás, ya que ella estaba muy cerca.

-¿Quién eres?- respondió él.

-Soy Pandora, como la de la caja- rió ella- ¿Conoces el mito?

-Claro que sí- refunfuñó él- Es la de la caja de la que salen todos los males-. 

-Pues qué triste que la recuerdes por eso…- contestó ella- déjame que te cuente la historia al completo.

Zeus, enfadado con Prometeo, decidió vengarse del robo del fuego mediante Epimeteo, el hermano de Prometeo. A Epimeteo le cayó un regalo del cielo: una mujer llamada Pandora que había recibido la gracia de todos los dioses. Sin embargo, junto a Pandora le dieron una caja con la instrucción de que no debían abrirla bajo ningún concepto. La llave la tenía Epimeteo, pero Pandora logró hacerse con ella y satisfizo su curiosidad de abrir la caja. Al hacerlo liberó todas las desgracias del mundo; guerras, hambre, enfermedades… Pandora la cerró de golpe, y al volverla a abrir para confesar a su esposo lo sucedido, lo último que salió de esa caja que aparentemente estaba vacía, fue un insecto llamado Esperanza.” 

Y es por eso que a la caja de Pandora, también se la puede llamar la caja de la esperanza, Jaren-. 

El chico dio un respingo. Él no se había presentado. Y de hecho, ella había obviado que él había visto la historia del duque mediante la pluma. 

-¿Pero quién eres…?- alcanzó a decir con cara de profunda preocupación. 

-Soy Pandora- volvió a responder ella.

Jaren suspiró mientras pensaba “esto no va a ser fácil”.

-¿Qué haces aquí, Pandora? ¿Eres capaz de ver las historias de los objetos?-.

-Claro que puedo ver las historias. Y he venido precisamente para eso-.

-¿Y cómo sabes mi nombre?- dijo él intranquilo. La chica era un misterio que no estaba consiguiendo desentrañar. 

-Mi tío. Es el dueño de la tienda. Me dijo que los fines de semana un chico llamado Jaren era el que atendía, y puesto que eres el único chico aquí, he supuesto que debías de ser tú- respondió ella sonriendo.

Jaren iba a preguntarle si ella sabía cómo funcionaba el hecho de poder percibir las historias de los objetos pero antes de lograrlo, Pandora había cogido una concha enorme.

La pluma

 A duras penas tenía fuerzas con las que sostener la pluma con la que estaba redactando la herencia por enésima vez. Había solicitado un minuto a solas. Los consejeros le habían sugerido que fuese un escriba quien redactase por él. Pero se negaba. Él no quería que fuese otra persona la que plasmase en papel sus deseos sobre el papel. ¿Y si  escriba se equivocaba? ¿Y si plasmaba mal sus palabras? Ya se arrepentía de suficientes cosas que había hecho mal en vida como para permitir errores de ese calibre tras su partida.  

Mientras escribía, suspiraba dejando que dos gotarrones cayesen por sus mejillas en forma de lágrimas. Anhelaba volver atrás en el tiempo y hacer las cosas diferente. Deseaba poder pedir perdón a personas a las que ya nunca les podría comunicar nada. Ansiaba haber pasado más horas con lo verdaderamente importante: su familia. Sus seres queridos. Se había hecho de oro, había hecho múltiples conquistas y sus hazañas eran conocidas en varios lares, pero lo consideraba una equivocación. No era eso lo que realmente quería. Quería abrazar a sus hijas, haber estado al lado dd su difunta esposa, haber descansado disfrutando de no hacer nada bajo el sol, le hubiera gustado llevarse mejor con los plebeyos de sus tierras, saludarlos, ayudarlos…

Pero el tiempo se le agotaba. 

Cuando terminó su redacción, se echó en la cama. Lloró y lloró, y los criados que estaban allí aseguraron que con su último suspiro, se escuchó un “lo siento”. 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Reencuentro

Para Jaren, encontrar a Denisa en el instituto le estaba resultando una odisea. No iban a la misma clase así que pensó buscarla a la hora del recreo, pero la chica parecía haberse esfumado de la faz de la tierra. Al preguntar a compañeros de su clase, todos le respondían que efectivamente había asistido al insti, pero que no sabían dónde se escondía en el descanso, que no era habitual verla en un lugar visible. 

Intentó ponerse en los zapatos de ella. Una chica solitaria, misteriosa, un tanto asocial… qué rincones podrían esconderla. Los fue recorriendo uno a uno y Denisa no aparecía. Finalmente desistió y fue con su pequeño grupo de amigos. 

Al entrar a clase, a punto de reanudar las lecciones, ella asomó la cabeza. 

-Hola Jaren, me han dicho que me buscabas-. 

El chico asintió y rebuscó entre su mochila. A ella se le salieron los ojos de las órbitas. “¡Pero qué hace el loco este enseñando a voces mi secreto!”, además estaban siendo el centro de atención porque ninguno de los dos eran personas especialmente destacadas, solían ser fieles al anonimato. 

Ella estuvo a punto de responder cuando de repente…

-¡Tachán! Te conseguí un vale de descuento para la guitarra de la tienda de segunda mano. Ahora estoy trabajando ahí. Y te devuelvo también el libro que me prestaste-. 

El cuaderno de ella, originalmente con dibujos en la portada y la contraportada, frases en latín y pegatinas, tenía ahora por título “Relatos de Edgar Allan Poe”, Denisa consideró buena la estrategia de tapar el estampado adolescente con la carátula de otro libro. Y Edgar Allan Poe hacía mucho para ella, ciertamente. 

-Gracias- atinó ella a responder.

-No hay de qué, avísame cuando vayas a ir y así te acompaño, o si vas el finde, nos vemos ahí directamente-. 

Denisa le sonrió y volvió hacia su clase. Cayó entonces que no tenía el número de él, pero por intuición, miró en la primera página de la libreta y había un post-it enganchado.


domingo, 12 de mayo de 2024

La reflexión de Jaren

 Hoy es un buen día. 

Es ese día que no pasa gran cosa pero que por un instante te sientas, desayunas tu chocolate con leche (sin lactosa) y meditas. Respiras, suspiras y piensas en ti, en tu alrededor y tus problemas. Y empiezas a mover hilos. Miras tu vida, representémosla como un tapiz que está siendo construido y ves dónde te atascaste. No entiendo demasiado sobre la producción de textiles, pero diría que cuando ocurre uno (o varios) enredo/s, has de coger una especie de peine o algo así y desenredar, lo arreglas, lo pones en orden y sigues tejiendo. Tu tapiz sigue avanzando y te sientes orgullose de haber conseguido superar ese enredo que te ha dado problemas, y, poco a poco, tejes con calma de nuevo.

La chica y el dragón

 El cuaderno de Denisa

Cuenta la leyenda que un dragón salvó la vida de una niña que sus familiares abandonaron a su suerte en los montes. El dragón, desobedeciendo a sus superiores y ancestros, llevó a la niña al plano celestial y la crió entre los enormes y nobles seres. La niña creció saltando entre dragones mientras estos volaban por el cielo. Era libre, más libre de lo que habría sido en la tierra. Pero llegaron las guerras. Los humanos querían conquistar los cielos y esclavizar a los dragones. Ella tenía muy clara su postura. La chica luchó por proteger los cielos. En uno de los combates, ella fue herida y moría. El dragón que la crió, se abrió una herida en el pecho y depositó su corazón sobre la chica. Del corazón nació un rosal que envolvió a la chica reviviéndola. Ésta renació con escamas, alas, ojos de serpiente y sed de justicia.

Cumplir con la palabra

 Jaren se sentía muy satisfecho de haberle dicho al señor de trabajar con él. Había disfrutado de varias vidas contadas por objetos. El señor le había tranquilizado diciéndole que, cuando uno conecta con las imágenes, en realidad sólo está unos segundos contemplando el objeto, así que desde fuera no era demasiado tiempo el invertido en recrearse en las historias. Sentía el corazón lleno de emoción, nostalgia y felicidad. Gozaba mucho de estos viajes a través de los recuerdos de otras personas. 

Cuando llegó a casa, saludó a su madre, le explicó que había conseguido un trabajo que le encantaba y su madre, extrañada por esa inesperada noticia, le dio apoyo en su decisión. 

Jaren entró en su habitación y abrió el cuaderno de Denisa. Se dispuso a leer otro poco, ya que en breves tendría que devolvérselo, pero no sin antes cumplir con la transacción de escribirle algo por el préstamo. 

Para su sorpresa, esta vez leyó un cuento sobre dragones, algo que para nada se esperaba. 

Le tocaba escribir y para inspirarse cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones de su pecho. 

la anciana entrañable

Jaren tocó la taza (…)

La vieja señora Lina solía despertar con el canto de los pajarillos y el sonido de los coches de una Barcelona ajetreada. Con mucha calma, se incorporaba, y más despacio todavía, se levantaba en busca de encontrar algo cómodo que ponerse. Después cogía su caminador y se dirigía a la cocina. Allí se preparaba su café descafeinado y un par de tostadas con mantequilla y mermelada de fresa. Con su andador, junto al plato y taza sujetados por al asiento de éste, salía al balcón y se sentaba cada día en la misma silla de metal con un cómodo cojín, cogía los utensilios y los ponía sobre la mesa. Observaba jovial la calle. Disfrutaba viendo a los transeúntes ir y venir desde su terraza, con la rutinaria taza de café prácticamente hirviendo en la mano. Las arrugas de sus ojos y boca, dibujaban la historia de alguien que ha sido feliz. Los gorriones, los mismos animalillos que la despertaban, acompañaban las mañanas con melodías que se sumaban a la sensación de bienestar de la anciana. Ella, entretenida, imaginaba a dónde se dirigirían esos individuos a sus pies, que desde las alturas, parecían haber menguado su tamaño. ¡Qué poquito necesitaba la mujer para divertirse!

La vida de los objetos

 Llegó el martes y al salir del instituto Jaren se lanzó camino a la tienda con emoción e incertidumbre, la incertidumbre de si estaría abierto.

¡Acierto! La tienda estaba abierta. El chico entró y unas campanillas sonaron en la entrada. 

El señor salió y saludó al chico. 

-Hola señor, el otro día me pasé, pero estaba cerrado y me extrañó. ¿Cómo es que no abrió?-

-Hola chaval. Era festivo. Yo también tengo derecho al descanso, ¿no?- 

Jaren había meditado algo que no sabía si expresar en voz alta. Al final se animó:

-Señor, tengo una propuesta… ¿puedo trabajar aquí?- preguntó con un hilo de voz. 

El vendedor enmudeció un segundo pensativo.

-Vale, tú trabajarás los viernes y fines de semana, así puedo descansar yo. De momento ven esta semana cada tarde para enseñarte cómo funciona todo- 

A Jaren se le iba a salir el corazón del pecho de la euforia que sentía. 

-Ponte este delantal, vamos a recolocar algunos objetos-.

-Un par de preguntas… la primera, ¿cómo debo llamarte? Y después, ¿cómo es que vendes los objetos?- 

-Llámame “señor”, ya me está bien así. Y no entiendo tu segunda pregunta. Está es una tienda de antigüedades. Siempre que una persona recibe un objeto, detrás tiene una historia. En las tiendas de ropa, está la historia de alguien que la ha hecho, probablemente de algún país del este asiático o África. Cuando tu abuela te ofrece un libro de su infancia, tiene una historia. Que seas capaz de vivir las historias de otros, no quita que te pertenezcan. Ni tampoco que ese objeto haya terminado su propia vida. Los objetos viven experiencias en las manos de sus dueños. Yo los vendo para que alguien siga escribiendo sobre ellos, ya que merecen seguir viviendo. ¿Entiendes?- 

Jaren asintió, se puso el delantal y obedeció la instrucción de orden que le sugirió el señor. Tocó un par de libros, pero no sintió nada y sintió una pequeña decepción. Después tocó una taza, y ahí su ser empezó a volar. 


sábado, 11 de mayo de 2024

Como la canción de M-Clan

 Carolina estaba harta de que le cantasen la canción de M-Clan. “Hay que joderse, no habrá nombres en el mundo”. Sonaba en ese instante en la radio y sentía el impulso de cambiar de emisora.

-Jaren, ¿qué te queda? Que llegaremos tarde a la comida y sabes que a tu tío Jorge le desquicia esperar, y no seré yo la que aguante a mi hermano enfadado, ¿me oyes?-.

Carolina quería aparentar ser una madre guay. Se hacía la moderna descargándose las mismas redes sociales que los jóvenes usaban. Vestía reflejando mucho carácter y alguien le había dicho que parecía que se entendía bien con “los chavales”. Y la apariencia era tan certera como fingida. Bajo todas esas capas de mami al día, de mujer poderosa; se escondía una muchacha que se deshacía en inseguridades, tenía mil dudas y sufría porque no acababa de entender a su hijo, qué hacía, qué le pasaba, por qué pese a que aparentemente se llevaban bien, ella lo notaba lejísimos. 

-¡Jaren, que salgas ya del baño!- gritó. Una parte de ella reconocía estar enfrentándose a ese pequeño miedo a que su hijo estuviese recreándose con su miembro viril. Era algo evidente que con la edad que el chico tenía, la sexualidad sería un tema crucial para él. Pero se sentía perdida frente a la forma de abordar el tema.  Y suerte para ella que todavía no había aparecido el nombre de una potencial pareja en sus conversaciones. Llevaban muchos años siendo un equipo de dos, y temía qué podía pasar si alguien perturbaba su sistema. Pero estaba segura de que eso ocurriría tarde o temprano. 

-Mira mamá, ¿te gusta esta camisa nueva? Me la compré en un mercadillo de segunda mano- dijo él.

Y Carolina sintió cómo su hijo recurría a ella, se acercaba y ese equipo que formaban los dos, en ese preciso momento, funcionaba correctamente. Los fantasmas del futuro seguramente volverían en otro momento, pero ya los enfrentaría a su debida hora. 

miércoles, 8 de mayo de 2024

El niño pobre y el burgués engreído

 El niño pobre y el burgués engreído

El hombre tendió la mano al niño con unas monedas desde su postura de falsa amabilidad. Le rodeaban una marea de burgueses y aristócratas que observaban su compasión con una sonrisa hipócrita. El niño, descalzo, sucio y hambriento desafiaba al hombre con sus pupilas afiladas como navajas negándose a coger las monedas. El adulto las dejó en el suelo riendo con desdén y reanudando su camino. En ese momento el burgués no lo sabía, creía estar frente a un simple chiquillo mendigo insignificante, pero esa mirada que le había producido un ligero escalofrío, sería justo la misma que, al crecer y tras conocer a más personas también hartas de vivir en los suburbios, aprendería a pelear y siguiendo su fuego interior, le despojaría de sus riquezas liderando la revolución.

sábado, 4 de mayo de 2024

la curiosidad mató al gato… o no

Relajado y tumbado en la cama, Jaren empezó a leer el cuaderno que Denisa le había prestado. 

El cuaderno de Denisa

“La curiosidad mató al gato”. Discrepo. La curiosidad ha hecho que la sociedad avance en muchos ámbitos y aspectos, que se descubran cosas nuevas. Gracias a que muchos curiosos se dejaron llevar por su instinto, hemos obtenido logros. También a nivel personal un humanito puede conseguir muchas metas siguiendo esa curiosidad que le despierta sueños. No fue la curiosidad lo que mató al gato; fueron la falta de herramientas y estrategias para enfrentarse a su nueva situación y descubrimiento. Cuando uno mete el hocico en según qué sitios o aspectos, sabe que puede salir escaldado, por ello debe estar preparado. Sal de la zona de confort, pero cuando salgas, asegúrate que llevas contigo lo que necesitas para vivir esa aventura y sobrevivir a los peligros.

El cuaderno de Denisa

 Denisa se percató de la curiosidad del chico y le explicó.

-Es un cuaderno en el que anoto cosas. Pensamientos, mini-cuentos… lo que se me pasa por la cabeza- dijo con indiferencia.

-¿Y podría yo leerlo?- respondió Jaren de forma impulsiva. Ella quedó un momento en silencio. El chico se arrepintió al instante.

-Si te interesa, supongo que no hay problema. Te lo puedo dejar alguna vez. Sólo prométeme que no lo compartirás con nadie. Es algo privado.- Denisa sonaba convencida independientemente de lo que sintiese. Jaren pensó que era muy valiente por su parte y que él probablemente no lo hubiese hecho. Finalmente ella añadió: 

-Oye, hagamos una cosa, te lo presto estos días y me lo devuelves en el insti pero con una nueva aportación. Es decir, es una transacción, yo te lo dejo a cambio de que tú también escribas algo- propuso ella con algo de brillo en la mirada.

A Jaren le invadió el pánico. Pero dijo que sí con la cabeza y cara de horror. Denisa sonrió. 

“¿Y yo qué escribo ahora?”, reflexionó el chico. 

viernes, 3 de mayo de 2024

Lunas

 Tras la última sesión con Soraya, Jaren rebosaba seguridad. “A la mierda la normalidad” se decía sonriendo. No tenía claro si era un “fake it until you make it” o si lo sentía realmente así, pero se aferró a ese valor con todo su ser. Iba de camino a la tienda repitiéndose “quizás es un don, ¿y si es un don? ¡Menuda fantasía! Quizás soy el próximo” la decepción bajó el telón de la película.

-¡No me jodas!- exclamó en voz alta.

La tienda estaba cerrada. 

-¿Qué te pasa?- le interrogó una voz conocida tras él.

Al girarse descubrió a Denisa, su compañera de instituto. Jaren se quedó en blanco. Denisa no era muy propensa a seguir las convicciones sociales, así que actuó con naturalidad frente a lo no reacción de él.

-¿Venías a la tienda a por algo? A mí también me ha pasado. Quería comprar la guitarra de segunda mano que vi el otro día-. 

A Jaren le dio un vuelco el corazón y rememoró la escena en el bar. ¿En serio su compañera quería comprar esa historia? Y lo decía con toda la naturalidad. Probablemente ella no lo supiera. Quizás no tuviera el don… ¿o sí?

-La historia que hay detrás es preciosa- atinó a responder.

-¿Ah sí? ¿Porque tú vienes mucho a la tienda? Yo siempre que paso la veo vacía. Yo no sé quién trabaja pero a esa persona un día la robaran…

-¡Eso pensé yo!- rió Jaren. Al chico le vino el pensamiento de que ninguno de los dos era una persona especialmente sociable. Quizás era una buena oportunidad para entablar amistad.- ¿Te apetece dar una vuelta y te cuento?

-Vale- respondió ella inexpresiva. Eso chocó un poco a Jaren, pero no quiso darle inportancia. 

Empezaron a caminar sin rumbo y Jaren le habló del vendedor y, tras eso, inició una larga conversación sobre las historias tras las cosas, todas, como si hubiesen salido de la boca del hombre del mostrador. 

Denisa le explicó su actividad habitual con el hombre de las botellas de vidrio y Jaren sintió un atisbo de excitación. Quiso preguntarte si él podría acompañarle un día pero le entraron las dudas y retiró ese deseo. 

La chica le propuso de ir a tomar algo y acabaron en una cafetería cuqui llamada Lunas, con decoración así modernilla con plantas y decorados. 

Allí Denisa sacó una libreta y anotó algo. Jaren la miró curioso.

Un hotel mediocre

 Camila disfrutaba con Marco de una velada intensa y merecida después de mucho trabajo. Estando fuera de su residencia habitual, no se reservaban ni un pequeño gemido para sus adentros. Lucas, en el piso de debajo de la pareja, subía el volumen de la tv para disimular los gritos que se escuchaban frente a su hijo Gorka. Núria se sentía agotada del viaje en AVE y pretendía descansar sus ocho horas antes de la reunión, así que golpeaba la pared para advertir a la pareja de que bajasen la voz. Mientras tanto, Marta y Elena exploraban disimuladamente su sexualidad recién reconocida mediante nuevos juguetes comprados. Y en lo más parecido a “suite” que tenía el hotel, un anciano extranjero gastaba su pensión viviendo ahí a modo de alquiler fantaseando todas las posibles personas que pueden haber en el hotel con las diversas casuísticas que las pueden haber llevado a compartir un cachito del edificio junto a él.

Terapia

 Jaren tenía cita con Soraya. Se disponía a contarle todo. “Pensará que estoy pirado…”. Pese a las muchas dudas que le generaba esa decisión, sentía que debía contárselo a alguien. “Bueno, si estoy pirado, Soraya sabrá qué hacer”, se afirmaba. Llegó a la consulta casi sin percatarse. Soraya le saludó con una gran sonrisa. 

-Hombre, Jaren, bienvenido. Hace ya algún tiempo que no nos vemos, ¿te ha ido bien?

-Sí bueno, más o menos…

-¡Bueno ya estás aquí! Pongámonos cómodos y me cuentas-.

Jaren se explayó. Le contó algunas cosas del instituto y finalmente, se atrevió a explicarle algo inaudito. 

-Vas a pensar que estoy loco o directamente no te vas a creer lo que me ha pasado…- inició el chico nervioso.

-Prueba- respondió la terapeuta con serenidad.

-Descubrí una tienda de antigüedades… y resulta que… bueno que… cada vez que toco algo, veo la vida de otras personas. De sus dueños supongo. La vivo en mis propias carnes, pero eso… es algo imposible y…- Jaren tartamudeaba y tardaba en enlazar una frase con la otra. Era como si hubiese echado el freno de mano verbal. Soraya asentía con cara de poker. Jaren se interrumpió a sí mismo.

-Piensas que estoy loco, ¿no?

-Jaren, aquí la única persona que te está juzgando eres tú mismo- atinó a decir ella. Y continuó -Te diría que, ¿cómo te sientes con esto que me cuentas? Tanto en el hecho de explicarlo como en la vivencia en sí.

-Pues… me da miedo que los demás, en este caso tú, me rechacéis por decir cosas raras. Eso con respecto a contarlo. Pero la experiencia en sí es una pasada. Es increíble lo que es poder vivir otras vidas. Es como… -Jaren calló interrumpiéndose de nuevo.

Soraya también se mantuvo en silencio y Jaren se tensó.

-¿Qué te estás diciendo?-

-Que soy un bicho raro. Que esto no es normal. 

-¿Y qué sí es normal? ¿Qué es la normalidad para ti? Incluso si esto no lo fuese, ¿pagarías el precio que representa el ser normal para ti? No quiero que me respondas ahora, este será el ejercicio que te lleves a casa.-

Jaren salió removido y pensativo. Estaba convencido de que Soraya lo mandaría a psiquiatría. Dio un largo paseo pensando en sus supuestos deberes terapéuticos antes de volver a casa, pasando al lado de un hotel de poca monda, comprándose merienda en una panadería y acabando en un parque sentado. 

“Aquí la única persona que te está juzgando eres tú mismo”, recordó.