jueves, 18 de abril de 2024

El antigüero

 La voz provenía del mostrador.

-Veo que tú también tienes el don-.

Jaren observó al señor sintiéndose las palpitaciones con mucha potencia en el cuello. Se sentía la boca seca y el cuerpo extraño. 

-El don de ver las historias que contienen los objetos. Es agradable saber que alguien más puede hacer lo mismo. Así puedo compartir esta experiencia con alguien sin parecer un chiflado.

“Todo esto no puede ser cierto”, pensó. “Esto es surrealista”. 

-No sé de qué habla señor. Yo no he sentido nada -respondió un Jaren tembloroso y asustado-  A usted le falta un tornillo-se apresuró a terminar.

Sin pensárselo demasiado el chico salió de la tienda y se miró las manos. Eran las suyas. Esas manos poco cuidadas, con pequeñas heridas de no vigilar lo que se toca y con las uñas mordidas dándoles formas no homogéneas.

“No ha sido real… ¿no?” 

El chico miró hacia el interior de la tienda. El señor seguía sonriendo y con la mirada fija en el joven. Jaren negó con la cabeza y marchó al súper a paso ligero.

De camino se encontró a Denisa, una compañera del instituto a la que saludó con desdén y rapidez para deshacerse de ese contacto social indeseado.

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